MIDNIGHTER TRENT

Mis padres, como los de cualquiera, fueron los mejores y los peores según la época y edad de mi vida. Así fueron Dioses omnipotentes cuando era un niño. Me odiaban en la pubertad. No me entendían porque eran unos petardos ignorantes con malas intenciones en mi adolescencia. Y también, unas personas que lo hicieron lo mejor que pudieron cuando ya me hice un hombre curtido en mil batallas con la sabiduría de la experiencia corriendo por mis venas. Eso era lo que me pensaba porque había estado con unas cuantas chicas y me había llevado unas cuantas hostias, no me imaginaba que lo de llevarte reveses y bofetadas de la vida duraría hasta estos tiempos sin guisos de que tenga tope o fin cercano, ni lejano tampoco; como mucho aspiramos a que estos golpes se espacien mucho entre ellos y no nos pillen a contrapié.

En lo económico, a mis padres, les fue bien hasta que a mi viejo se le metió en la cabeza montar un bar en vez de seguir siendo un currito con su nómina guay cada fin de mes, sus extras, sus vacaciones pagadas y tal, no señores, él quería ser empresario. Así que se compró un bar restaurante sin tener ni puta idea de cómo se lleva un negocio y como se solía hacer en aquellos tiempos, invirtió todo lo que tenía entrampándose de paso también. Ahí empezó el declive económico de mis padres que se fue alargando desde mi niñez hasta hacernos cargo los hijos con diferentes éxitos y fracasos. Mis progenitores también perdieron su salud por el camino, pasando a ser una joven pareja emprendedora, a ser dos viejos en la mitad de tiempo que el resto de la mayoría de gente de su edad.

Mi padre se entregó a las bebidas alcohólicas y a comer poco, lo mínimo para seguir vivo, tampoco es que antes fuera de comilonas opíparas, siempre había comido lo justo para seguir vivo, si bien, cuando era un currito camionero no tenía la bebida tan a mano. Su dieta de alimentos sólidos la suplía con la de líquidos que, en un día normal, empezaba con varios cafés por la mañana acompañados de bebidas espirituosas, aguardiente, orujos, brandy… Cuando llegaba al bar de hacer la compra, empezaba con las cañas, no sé deciros cuantas tomaba, porque estaba dentro de la barra, para que os hagáis la idea os puedo contar que su postura habitual era con un pie sobre el barril de cerveza junto al grifo y que terminaba una y se echaba otra sin enjuagar ni el vaso y antes de que la espuma del vaso vacío pudiera descender hacia el fondo. Para comer bebía vino por algo que me contó un día y se me ha olvidado, después el café con su copita de orujo o Coñac. Jugaba una “partidita” de cartas en un bar desde hacía muchos años, allí empezaba con los cubatas, no se cuantos se tomaba allí, cuando me pasé por allí alguna vez, siempre tenía uno junto a su cenicero "atarracado" de colillas en esos tiempos en los que se fumaba en los bares. Para cuando volvía de la “partidita” os podéis imaginar que volvía “Fino”. A partir de ahí bebía de forma anárquica, lo mismo cerveza, que cubatas de ginebra, vino, whisky solo con hielo… La deshidratación no era algo de lo que preocuparse. Este alcoholismo desembocó en broncas en el bar, principalmente con mi madre y el resto de la familia, había para todos, precisamente yo fui el menos damnificado, aunque tuve mi parte como todos. Por supuesto, todo esto era delante de los clientes y así fue como un negocio que se mantenía a duras penas se fue yendo a la mierda acompañado de otras fatalidades que llegan siempre en el peor momento y a traición.

Mi madre, señora a la antigua donde las hubiera, lo único que quería era seguir adelante con su familia y a su manera, manejarla desde su posición de cónyuge y madre sufriente. Hacía sus tejemanejes a su estilo, seguro que con buena intención pero con diferentes aciertos y errores morrocotudos. Ella también tenía sus adicciones, y se remontaban incluso a fechas anteriores a que tuviéramos los bares. Empezó a tomar ansiolíticos y un revitalizante llamado Minilip (Minilín lo llamaba ella) que no era otra cosa que metanfetamina en un 90%, por supuesto auto-recetados y por consejo de una amiga suya, hemos de excusarla porque en esos tiempos, los estupefacientes conocidos, eran cosa de ricos y los que no eran cosa de gente de pelas solo los conocían de películas como “El hombre del brazo de oro” y todavía no estaba sino empezando la gran invasión de heroinómanos que fue la movida que tantos genios nos dio, tanta morralla y tanto drogata también. Hasta se hizo con una receta falsa cuando, por fin, se dieron cuenta que estaban administrando drogas fuertes y la dejaron solo para personas en paliativos, la astucia y picaresca de los yonquis, no tiene parangón. Ante lo imposible de conseguir su minilip, fue sustituyéndolo por unos y luego por otros cuando estos dejaban de hacerle efecto y le volvían sus “Dolores”.

Cuando el negocio hostelero se fue a pique, lo malvendieron para poner otro en medio de la carretera entre Lepe y La Antilla.
Mi padre, tras dos jamacucos, redujo la cantidad de alcohol sin dejarla del todo ni un solo día de su vida. Mi madre sufrió dos depresiones en las que acabó hospitalizada y dejó de tomar ansiolíticos a su puta bola y empezó a tomarlos bajo tratamiento médico, ahí sigue poli-medicada la buena mujer. El segundo negocio de mis padres duró hasta que no pudo durar más porque era económicamente insostenible y al final se lo fueron tragando los buitres acreedores y algún que otro aprovechado hijo de su madre. Mis viejos vieron que si se comía el sueldo de mi madre, que comenzó a trabajar en una casa y el de sus hijos que dejamos los estudios y empezamos a trabajar fuera, no tenía mucho sentido seguir abriéndolo. No supuso ningún trauma para mi dejar los estudios, ya llevaba un tiempo paseando los libros y malviviendo de rentas, era poco constante y me invadía con facilidad la desidia. Cuando algo no despertaba mi interés, lo relegaba a un segundo plano, y los estudios habían quedado más o menos en un noveno o décimo, no en vano he sido siempre el díscolo de la familia. Así todos se labraron un porvenir y yo me labré el de "Hombre Pobre" a base de querer ser músico, poeta y escritor, uséase, Carne de cola del INEM. Mi padre se puso a representar una marca de vinos de Rioja (Al menos vendía más de lo que se bebía) y además, se tragó su orgullo y se puso a currar de camarero como debe hacerse en estas tesituras escabrosas que habían puesto a la familia con un pie y medio en el umbral de la pobreza.

Comenzó entonces a nacer en mi madre un sentimiento de acercamiento católico y eclesiástico, siempre había sido la devota y creyente, hasta fue catequista en La Antilla, de esas que te preparaban para hacer la comunión. Durante el tiempo que tuvieron los bares aparcó su Fe y una vez arruinados, retomó el camino del señor, en principio para pedir por nuestra familia, nos decía como excusándose sin que nadie le dijera nada. Mi padre, escéptico por naturaleza empezó a ir con ella de vez en cuando, quizá para entretenerse.

Un buen día llegaron con la buena nueva de que se iban a ir a pasar el fin de semana de convivencia religiosa a un hotel, que se estaba creando una nueva comunidad cristiana de los Kikos, que era una especie de Opus Dei para pobres según tenía entendido y querían formar parte de ella.
A mí me parecía que me hablaban dos freaks tipo El Penumbra y Carlos Jesús, que me estaban informando que venían 1000 naves de Raticulín con mujeres extraterrestres de 4 tetas a violarnos a todos; pero oye, se les veía contentos e ilusionados, así que los animé, así tendría la casa para mi, ya que todos tenían planes para ese finde, o ni siquiera estaban por la zona. Eso fue un lunes, y el miércoles fueron a “La Palabra”. Aproveché que había ido a tomarme un café con Carlos tras un duro día de trabajo y cuando calculé que habrían terminado, me pasé por los salones parroquiales que estaban en la calle monja, la cual debía su nombre a un antiguo convento que hubo hace unos 1000 años o así para que los ricos y nobles del Condado de Ayamonte metieran a sus hijas embarazadas a que parieran o abortaran para poder bien casarlas luego. Me pasé para que mis padres no volvieran andando, puesto que empezaba a hacer frío y mi padre ya cojeaba un poco de esa pierna que nunca le fue bien del todo desde que era camionero; pero sobre todo, como os podéis imaginar, fui por la más morbosa, canallesca, cotilla y visillera de las curiosidades.

Al llegar vi un montón de gente de todas las edades y condiciones, parejas, familias con niños, solteros, el cura Félix con su sonrisa de extasiado viendo a sus jóvenes feligreses (No os engañéis, no era esa clase de cura, tenía otros defectos pero no ése). Todo el mundo se hablaba con mucha amabilidad y ganas de agradar, jijiji…, jaja…, llámame y te ayudo…, no te olvides que hemos quedado… Por fin salieron mis padres con una sonrisa bobalicona en la cara, los saludé con un ademán y me indicaron que me acercara. Comenzó entonces un Rosario de presentaciones con besos y abrazos que parecía no tener fin, de gente a la que conocía de vista en su mayoría por orden del más mayor al más joven, con la pregunta reiterada de “¿Vas a venir a la convivencia?”, “No, me quedaré en casa, que vivimos a mitad de camino entre Lepe y la Antilla y alguien tiene que quedarse” fue mi reiterada respuesta monotono tipo “Su tabaco, gracias”. Al final me fui de allí con la sensación de haberme untado la cara con miel y haberme dejado lamer por los 101 Dálmatas de la película.

Al fin llegó el viernes y me quedaba en casa de “Solyplash”, con toda la casa para mí solo, mis padres se piraban a rezar y el resto, no estaba o se había desmarcado. Salí con Carlos hasta las 1001h y me lo pasé genial no haciendo nada en concreto. El sábado, Carlos se piraba a uno de esos pueblos a los que nunca decía que me fuera con él, ni lo que hacía allí. Yo decidí salir con el erudito y sabio politoxicómano Tomás por Isla Cristina. Con lo que, tras meterme en saraos de drogas con camellos de poca monta y cierto peligro; acabar salvándole el culo a una vieja enemistad, llegué a casa por la mañana tras un opíparo desayuno en el bar de Julio. Por entonces, vivíamos en lo que fue el segundo bar de mis padres que tenía un par de habitaciones clandestinas construidas detrás y usábamos el resto del bar, terraza acristalada incluida, como sala de estar. Me desperté con unos golpecitos que estaban dando en el cristal de la ventana de mi cuarto que además era donde quedaba el cabecero de mi cama, porque me gustaba que me diera la luz desde la cabeza y fuera bajando hasta los pies. Aparté la cortina y vi una cara al revés que me sonaba pero no tenía ni idea de qué. Le indiqué por señas que fuera hacia la entrada que estaba delante, la de la terraza del bar, porque yo dormía en pelotas; allí fui tras ponerme unas calzonas y una camiseta.

Al salir del cuarto vi de reojo, al menos dos rostros mirando por la ventana con los ojos muy abiertos que trataron de esconderse cuando miré. Allí había una “troupe” de no menos de 20 personas en bicicleta de edades entre los 12 y los 20 años. Todos los críos y no tanto que habían quedado fuera de la súper convivencia por las razones que fueran, en total, 17 chicas y 5 chicos. Ninguno de ellos con mochila, cesta en la bici, bolsa o algo que pudiera indicar que llevaran bocadillos o algo parecido a comida de picnic, y ya eran más de las dos de la tarde.

Se me acercó la chica de la cara al revés que ahora ya la tenía derecha y en su sitio al coincidir ambos en el mismo plano vertical. Su piel era tan blanca como el nácar y su cara era bonita, con esa expresión de inocencia monjil de quien ha pasado demasiado tiempo en la iglesia y entre las faldas de su madre y poco entre gente de su edad. Una sonrisa acogedora iluminaba su rostro y traía ese aire de líder que viene a invitarme a formar parte de su “Rebaño”.

-Hola Javi, soy Mariluz ¿Te acuerdas que nos presentamos el otro día?

-Sí.

Mentí a aquella chica de voz dulce, mientras ella continuaba hablando como si lo hubiera ensayado.

-Hemos pensado venir a comer contigo para que nos vayamos conociendo todos…

-Pues habrá que ir a comprar huevos. Porque patatas hay.

La interrumpí ignorando su cara de no entender que era lo que estaba diciendo. Recordaba que había un saco de patatas de 20 kilos aunque estaba empezado. Comenzó otra vez el Rosario de besos, abrazos y presentaciones dejando mis mejillas peguntosas de nuevo. Yo empezaba a sentirme como el protagonista de una de esas pelis de Woody Allen de los 80 (Antes de que todos supiéramos que era un cerdo pederasta) en las que a un tipo le empiezan a suceder cosas y a surgir complicaciones sin que pueda hacer nada para evitarlo salvo capear cómo puede el temporal. Los dejé acomodándose y me fui a la ducha. Había decidido dejarlos campar a sus anchas por mi casa e irme a comprar los huevos. Puse a Mariluz, Bella, Laura y Marta (Estas 2 últimas eran hermanas) a pelar patatas e irlas friendo, parecían las que dirigían el cotarro, siendo la chica de la piel de nácar la líder y teniendo en cuenta que Marta tenía como 6 o 7 años menos que las otras 3 y tras asegurar mi casa diciendo a la jefa mayor que echara un ojo, fui por muchos huevos y mucho pan.

Sobre las 4 de la tarde, ya habíamos comido todos y les había puesto el video de esa apología del fascismo que es el film de Disney “El Rey León” y como suele suceder, los veintitantos, estuvieron en silencio las casi dos horas que duró la película. Unos sentados en el suelo, otros en sillas, algunos en taburetes, las tres pastorcitas jefas en el sofá y yo en el sillón con un café en una mano, un cigarro en la otra y Marta en el regazo dormida como un gatito después de lactar. Los niños son así, te adoptan cuando quieren y ya les perteneces para siempre. No era una niña habladora, era todo ojos; de esos grandes que hacían diminutas unas gafitas que llevaba siempre y que ahora descansaban en la mesa. Carita dulce con un puntito de tristeza que no sabría explicaros, pero ahí estaba contrastando con la energía y alegría de su cabello de cobre y fuego rojo. Su cuerpo empezaba a tener formas y curvas pero aún estaba desarrollándose, como el de La “Lolita” que describe Vladimir Nabokov en su novela. Muy diferente del de su hermana Laura, que tenía un generoso busto y un buen culo y cuyo rostro era muy normalizado, de esas caras que cuando ves la primera vez, te parece haberla visto antes, sin dejar de ser agraciada, aunque resaltaban más otras partes de su anatomía. Bella hacía honor a su nombre. Su cuerpo tenía las proporciones más perfectas que jamás he visto. Su rostro parecía el de un ángel dibujado por Boticelli. Era un 10 absoluto, aunque estaba bajo el ala de Mariluz. La jefa mayor era un manojo de nervios bajo esa frágil apariencia de control. Estaba muy pendiente y temerosa de mis reacciones, hasta tal punto, que si tosía, estaba seguro que saltaría a un metro de alto. Decidí que no la molestaría, me había caído bien y me parecía alguien interesante para observar y conocer. Su físico era un misterio porque llevaba ropa ancha y anti-erótica que no dejaba adivinar nada. Yo sentí una fuerte atracción hacia ella desde el momento que me empezó a hablar.

Terminó Simba de masacrar a su tío y de expulsar a las hienas al cementerio de elefantes volcánico a pasar hambre, como quien remolca una patera de inmigrantes de nuevo a África para que mueran de inanición. Desperté a Marta que parpadeó sin estar muy segura de donde estaba, se estiró y restregó por mi hombro como un felino, recuperó sus gafas de la mesita y se fue a beber agua y al baño en ese orden, mientras yo restregaba mis muslos para que recuperaran la circulación mis dormidas piernas. Se me quedaron mirando muchos rostros en forma de interrogante hasta que la jefa formuló la pregunta.

-¿Ahora qué hacemos?

Respondí serio y con cara de póker.

-Ahora os vais a vuestra puñetera casa y me dejáis aquí tranquilito.

Intenté resistir sin sonreír pero la cara de ella era un poema de sensaciones, miedo, sorpresa, respiración entrecortada, ojos muy abiertos buscando un atisbo de humor… Sonreí y le guiñé un ojo, ella suspiró aliviada.

-Que susto me has dado, eres un sinvergüenza.

Me dijo azorada. Así tras repetir el besuqueo que me dejaba las mejillas untadas de mermelada de babas, se montaron en sus bicicletas y aquel tributo a “Verano Azul” partió al pueblo que se encontraba a unos 3km. Luego me dirigí a la cocina y me cagué en todo, ni un plato habían fregado los hijos de p…

Tras esta primera aproximación empezó a tejerse paulatinamente una red envolvente de forma invisible. Comenzó muy poco a poco, de forma casi imperceptible. Yo iba a tomar café a la Cervantes para criticar la música de mierda que ponía Manolo, a quien logré que se fuera gastando dinero en comprar CDs (Ya saben, ese formato definitivo para la música) de verdad y no los Caribe Mix basurescos que tenía hasta entonces. Así tenía ya cositas de Dire Straits, Uriah Heep y hasta de Metallica. Pues aparecían por allí un día Mariluz y Bella, otro día Marta y Laura o… Y de pronto, me di cuenta de que siempre estaba acompañado por alguien de los Kikos. Como el grupo era amplio y el pueblo no era Cincinnati, lo atribuí en un principio a la casualidad puesto que tampoco había tantos sitios donde ir y era fácil coincidir.

Se pasó del saludo tímido a sentarse directamente a mi lado, así siempre estaba acompañado de Mariluz y sus acólitos. No me molestaban, pero algo en mi cabeza empezó a reivindicar mi independencia y empecé a cambiar mi ruta. Me fui a La Antilla al “Michel” a tomar café por las tardes y escuchar su rock para pijines (Que también me gustan, pero menos) y así estuve un par de tardes con Phil Collins, Simple Minds, Police, Peter Gabriel y U2 entre otros. Al tercer día me localizó el radar de la santa iglesia. Volví a ir al Bujío y me encontraron en menos de 2 horas y tuve allí a los “Jóvenes mutantes” entre todos los borrachos, porreros y cocainómanos del pueblo, todos mirándome con cara de susto como si los fueran a violar en cualquier momento; salvo a Marta que se me pegó como un Koala y se ponía delante mía desafiante ante cualquiera que se me acercara como si tuviera que protegerme y constatar ante todos que yo era de su propiedad. Mientras, la observaba entre divertido y curioso y ante todo, muy atento por si me meaba encima para marcarme.

Llegaron las fiestas del Carmen y me fui a Isla Cristina, fui junto a un colega que luego había quedado allí con su novia, por lo que cada uno llevó su coche. Carlos estaba currando fuera ese verano y Tomás el sabio politoxicómano estaba en plena campaña de drogadicción de verano. Este hombre solo sabía hablarme de Futbol y algún otro deporte que me interesaba tanto como morirme, pero al menos no iba solo. Como además, el tipo era feliz con que le mirara y asintiera de vez en cuando, todo iba bien. Tenía pelas extras de los bolos que había hecho en junio quemándome en el bolsillo y quería desperdiciarlas en mierdas como la tómbola, las maquinas de gancho, el tiro con escopeta de aire comprimido y otras estafas. Tras media hora de vueltas y más vueltas para encontrar aparcamiento a sendos coches, nos dirigimos al recinto ferial a dar una primera vuelta de rigor y allí, en el arco de luces de la entrada a la feria, estaba toda la “Troupe”.
-¡Joder! ¿Tú le has dicho a esta gente que veníamos?

Pepe, así se llamaba el futbolero, respondió sorprendido por mi reacción.

-Sí, mi novia es vecina de Mariluz y quedamos en vernos aquí, como venían casi todos los miembros de la comunidad, por cierto ¿Sabes que Maite y yo nos vamos a unir a vuestra comunidad?

-No, aunque no me sorprende, os hará mucho bien.

Respondí resignado. Así estuve con “el Rebaño” cenando mal, caro, insalubre y grasiento como debe hacerse en unas fiestas patronales como Dios manda. Palmé toda la pasta que quería gastar y más para conseguir un feo peluche que me hubiera salido por la décima parte de haberlo comprado en el Corte Inglés por ejemplo; al vigésimo intento cayó el puto palillo y gané, ¿Se puede sentir uno más triunfador y feliz? Lo dudo. Después fuimos de terraza en terraza, por los menores no podíamos ir a Pubs como el Cómic aunque estaba seguro que ese día habría críos por todos lados. Marta se quedó el peluche feísimo aquel, una especie de rana color rosa fucsia y verde limón que hacía daño a la vista mirar. Marta parecía feliz y a mí el premio no me interesaba una vez logrado. A las 2h había toque de queda y fuimos a las coordenadas indicadas a despedir al “Rebaño”. Se acercaron las madres de Mariluz y de Laura y Marta que empezaron a hablarme.

-Bueno, nosotros nos vamos no estéis hasta muy tarde. Tú que eres mayor cuídalas que no les pase nada.

Besaron a sus hijas y a mi cara de pasmo y se marcharon. Al poco Pepe y Maite, la novia del futbolero, una chica agraciada con una bonita sonrisa que de vez en cuando conseguía que los tíos despegáramos la vista del espectacular par de tetas que tenía, se piraron a sus cosas y me quedé allí con “los Ángeles de Javi”. Nos divertimos un rato chocando, votando y cayéndonos en la “Olla Loca” o el “Puchero Mágico” no recuerdo como se llamaba ese año esa atracción para masoquistas que tanto ha hecho reír, llorar y potar. Nos fuimos de excursión hacia el coche, Me tocó llevar a Marta a caballito en la espalda porque se había hecho daño (De mentira) en un pie para que yo la llevara. Después volvimos al pueblo con aquel peluche horrendo sentado como uno más en el asiento de atrás. Dejé a las hermanas (La pequeña ya sin cojear) y el peluche primero en su casa y encaminé el coche hacia la de Mariluz que guardó silencio hasta que estuvimos en su calle y me empezó a hablar.

-Esta noche estabas muy serio al principio… ¿Estabas enfadado?

-No, me sorprendió veros allí, no… No os esperaba.

Respondí queriendo quitar importancia al tema de la conversación iniciada por la chica que insistió; parecía que estaba preocupada.

-¿Te sientes agobiado con nosotros? Es que te queremos mucho, eres muy importante para nuestra…

-¿Comunidad?

Le espeté con picardía y un poco de mala leche aprovechando que se había atascado.

-… Reunión de amigos tu amistad. Siempre queremos estar contigo. Eres fundamental para todos.

Pensé unos segundos como explicárselo. Por muchas dotes de líder que tenía esta chica, era una niña en muchos aspectos y su mundo era muy pequeño. No podía arrojarle a la cara toda la fauna nocturna con la que me relacionaba y de la que yo mismo formaba parte. Aparqué el coche en un antiguo descampado reconvertido en parking gratuito por el ayuntamiento y empecé a hablar.

-Yo también os quiero mucho, pero a veces tengo que ver a otras personas que se mueven por círculos muy diferentes a los vuestros, como por ejemplo, la gente del Bujío del otro día y gente de costumbres y formas de vida muy diferentes a la vuestra. Intercambiamos experiencias, van a mis bolos de Huelva y Sevilla y nos cubrimos una serie de necesidades entre nosotros que tenemos y…

Justo ahí me detuve y no pude seguir hablando. Mariluz miraba hacia el Infinito de la luna delantera del coche sin parpadear. Mientras tanto, su mano izquierda, me desabrochó el pantalón, me bajó la bragueta y empezó a bucear por mis calzoncillos buscando mi pene al que encontró fácilmente ya completamente animado y comenzó a masturbarme con delicadeza, todo esto sin quitar la vista del infinito ni pronunciar palabra.
A pesar de mi creciente erección y lo mucho que me estaba gustando, pensé que tenía que decir algo y así empecé a hablar haciendo un esfuerzo para no cecear, suspirar o algo peor.

-Mariluz, esto no está bien…

Ella apartó la mirada del infinito y me miro un instante con un batiburrillo de emociones intentando salir por sus ojos (¿Miedo, deseo, reproche, amor, resignación, curiosidad…?) Acto seguido, bajó su cabeza a mi entrepierna y comenzó a hacerme una felación. Ahora yo me sentía culpable, como si estuviera haciendo algo muy malo, profanando un templo, ensuciando la pureza o algo así. Quería reaccionar, apartarme, hacer algo para evitar sentir que no estaba firmando mi condena eterna… Pero era una de las mejores mamadas de la historia de mi vida, hasta diría que de las mejores mamadas de la historia; así que me entregué a ese buen hacer, disfruté del morbo pecaminoso al máximo. Acaricié sus pechos, sus nalgas y todo su cuerpo, menos la tercera base que, comprobé, era “Tabú”. Cuando culminé, cosa que no se hizo esperar dada mi sequía de los últimos meses, cogí un paquete de pañuelos Tissues de la guantera que llevaba para los resfriados y para esas situaciones y me fui a limpiar, aunque casi no había nada que limpiar. Le ofrecí a ella que cogió uno sin atreverse todavía a mirarme y se limpió la comisura de los labios. La fui a besar en la boca y me hizo una cobra en toda regla, besando mis mejillas y abrazándome unos segundos. Después, se arregló la ropa, se peinó el cabello ensortijado con los dedos y se bajó del coche como si no hubiera pasado nada, con un simple “Hasta mañana” mientras cerraba la puerta. Ahora fui yo quien se quedó mirando al infinito mirando sin ver, hasta que Mariluz pegó unos golpecitos en la ventana del conductor y me hizo un gesto para que bajara la ventanilla. Cuando empezó a descender, me dijo.

-Mañana nos vemos. Con nosotros siempre vas a estar bien y no te hará falta nada. Te queremos mucho, yo te quiero mucho. Aunque seas un sinvergüenza.

Se dio la vuelta y la seguí con la mirada hasta ver que entraba en su portal. Antes de desaparecer por la puerta, me saludó con la mano, aunque desde donde estaba no podía verme dentro de la oscuridad del coche, pero de alguna forma sabía que la estaba mirando. Me quedé un rato allí fumándome un cigarro y de vuelta en ese Infinito que descubriera ella. Pensaba y buscaba comprender que había pasado, ¿Cómo me debía tomarme a esta Chica? Era como si Sharon Stone se hubiera metido en el cuerpo de Santa Teresa o algo así ¿Y quién era yo? ¿Michael Douglas o el padre Karras? No le di más vueltas. Me fui a casa hecho un mar de dudas pero satisfecho.

Al día siguiente no sabía qué hacer, ¿Llamarla?, ¿Hacerme el encontradizo?, ¿Nada?,… Opté por esto último e hice vida normal de domingo. Mis padres fueron a misa y yo de cañas. Al poco rato, cuando terminó lo de la copa del cura, fue apareciendo exultante el rebaño y pronto estuve rodeado de gente, con Marta a mi lado custodiando su “Tesoro”. Finalmente apareció con cara de felicidad Mariluz con su chute de misa en vena. Cariñosa y atenta con todos y todos pendientes de ella, salvo la excepción de la niña de los cabellos de rojo y fuego. Su actitud fue como si lo de la noche anterior no hubiera sucedido. Pasaron unas semanas y con ellas el resto del verano. Volvieron a darse las circunstancias del día del Carmen en bastantes ocasiones y volvió a repetirse la misma maniobra morbosa y desconcertante para mi satisfacción personal, aunque eso me fastidiaba, no se disfruta con plenitud del sexo si la otra parte no disfruta, al menos yo lo aprendí así y así lo siento. Una de las veces, logré convencerla para que me dejara devolverle la moneda y aceptó tras muchas reticencias; al poco, cuando notaba que su grado de excitación estaba acercándola al clímax, de pronto, cerró las piernas aplastándome la cabeza y se vistió rápidamente. Me pidió perdón casi temblando y empezó a contarme que había oído que alguna chica había perdido la virginidad en un orgasmo. Me callé por prudencia mientras le decía en mi cabeza “También la puedes perder durmiendo o montando en bicicleta…” Aunque no le dije nada, empezaba a enamorarme a mi forma y manera.

Comenzaron los cursos, unos en la escuela, otros en FP y otros en la universidad. Su amiga Bella empezó a estar siempre acompañándola. No sé si propiciado por ella, casualidad o por estudiar en la misma facultad. El caso es que se hizo complicado quedarme a solas con Mariluz para tener esos momentos de la Fé y la acción. Una noche que yo tenía muchas ganas, fui buscando quedarme con ella y cuando solo me faltaba dejar a su amiga Bella en casa para poder jugar, me dijo de repente.

-Déjame a mi primero.

La miré con cara de reproche.

-Estoy mala.

Se excusó. Así que la dejé en su portal y llevé a Bella a su barrio; por el camino, me puso una mano en el muslo y me pidió que fuéramos a los aparcamientos del parque (Otro antiguo descampado reconvertido y urbanizado como zona verde). Con el calentón frustrado que llevaba, ni me lo pensé, ya tendría tiempo luego de arrepentirme llegado el caso. Hicimos de todo salvo el coito tradicional, se quería reservar para su novio y llevaba saliendo con un chico un par de semanas. Comencé así a alternar con una y con otra. Ellas luego se pasaban el día juntas mientras yo me preguntaba si se contarían entre ellas lo que hacían conmigo.

Llegó diciembre y con él los preparativos de la Navidad que, como podrán imaginar es algo así como lo máximo en este tipo de comunidades religiosas. Para mí también llegaba el acontecimiento del año, Asfalto hacía un concierto en Huelva y yo tenía mi entrada desde que salieran a la venta en Octubre (Comprada en Discoplay para que se hagan una idea de cuánto tiempo hace) Llevaba más de un mes repasando los himnos de Castejón, Oñate y cía Mis viejos se iban de convivencia, me intentaron convencer para que los acompañara, pero pasé, estaba el concierto y además era puente. Entiendan que en Huelva, un Bolo de Asfalto era como si los Maiden tocaran en las fiestas de un barrio en Madrid. Había quedado con colegas de Huelva y Sevilla que hacía mucho que no veía, iba a estar genial. El martes antes del sábado del concierto, convencía a Manolo el de la Cafetería Cervantes de lo importante que era para su garito que se comprara el Muro de Pink Floyd cuando llegó todo el grupo. Marta se me colgó encima, empezaba a pesar demasiado para subirse de un salto, no es que estuviera gordita, si me hubieran dado una cena por cada gramo de grasa que tuviera, seguramente me tendría que pagar yo la cena, había crecido un poco y era pura fibra de hacer deporte y una buena alimentación, debía de cagar gloria bendita para tener esa forma, pero los críos son así, menos yo que fui una bola.
Marta estaba nerviosa como si se hubiera tomado un litro de café. Mientras yo observé al resto del grupo. Daba como alegría ver a toda esa peña siempre juntos.
Me dieron una toba en la nuca, era del “Koala” que tenía encima que aún requería más atención que la de tenerla ocupando el mismo espacio físico que yo.

-¿Vas a venir a verme al teatro? Hacemos “El príncipe feliz”, yo soy la Golondrina ¿Vendrás verdad?

-¡Claro que sí!

Me abrazó feliz hasta casi, dejarme sin aire. Cuando pude recuperar el aliento le pregunté.

-¿Cuando es?

-Este próximo sábado, a las 8 de la tarde.

“Mierda, no podía ser otro. Tenía que haberlo imaginado". Pensé amargamente. Su hermana me intentó echar un cable.

-Marta, Javi va a un concierto este sábado.

-Si nena, lleva todo el mes hablando de ello.

La apoyó Mariluz.

Lo tenía fácil para excusarme pero mi boca empezó a hablar…

-No te preocupes, ya los veré en otra ocasión. Además no quiero perderme el disfraz de golondrina por nada del mundo.

Mi cabeza mientras tanto me decía de todo “Eres un cagao, un calzonazos, un pagafantas, un pringao…” Hasta ahí, que fue cuando me volvió a abrazar llena de felicidad aquella niña de cabellos de rojo y fuego que me tenía comiendo de su mano. Con el rostro de ella enterrado entre mi corazón y mi axila, vi las caras de orgullo de Bella, Laura, Maite y la de Mariluz radiante y exultante. No sé si estaban orgullosas de mi decisión de ver la obra de Teatro por la cría o porque me tenían en el lugar en el que deseaban que estuviera, quería creer que lo primero, aunque solo planteármelo me ponía nervioso y de mal humor.

Se habrán fijado que siempre que me refiero al grupo hablo de las chicas porque era con quienes realmente tenía relación pero el rebaño como ya dije, eran veintitantos, aunque éramos cordiales y nos saludábamos cada día, eran las 4 chicas principalmente quienes interactuaban conmigo y en menor medida, Maite y su novio futbolero Pepe. Dicho esto, esa semana estuvo llena de agradecimientos por parte de todo el grupo en general y de las chicas de una forma especial, incluida Maite, si, esa época no fui todo lo correcto y respetuoso con las parejas de nadie que debiera haber sido. Unas veces se me buscaba, otras era yo quien lo hacía; en definitiva os puedo asegurar que con tanta recompensa y premio recibido de todos salvo Marta y Pepe, fui el tipo más cansado, feliz con la polla mas hidratada y limpia de todas las comunidades de Kikos que haya habido y habrá. El jueves, que era el día de la palabra, fui a aporrear la guitarra a los salones parroquiales. A petición reiterada de mis padres, había accedido a tocar la guitarra y entonar los cánticos en esos saraos de vez en cuando para que fueran felices (Otro barrote en la bonita jaula) al terminar el evento y tras las eternas despedidas, se acercaron los padres de las hermanas junto a la madre de Mariluz.

Tras un saludo (El enésimo en la última media hora) a sus retoños y los ajenos, me preguntaron si me podían pedir un favor, respondí que si y me llevaron aparte. Yo pensaba que alguien había visto algo o se había ido de la lengua y que todo iba a acabar para mí y mis viejos en la comunidad. Me pidieron que me pasara por la casa de Laura y Marta ya que las chicas, Mariluz junto a algunos más, iban a dormir allí cual campamento o fiesta del pijama se tratara durante todo el puente y estaban en una edad muy mala (Si yo os contara) pensé; que controlara un poco que la casa no se llenara de chicos, como era un poco mayor me veían más responsable y que si se me hacía muy tarde, me quedara a dormir en el sofá. Así me encasquetaron el fin de semana que además era puente, para irse a encender velas, echarse unos cantes y hacer unas loas espirituales. Era consciente de que mi presencia entre aquel grupo de púberes, adolescentes y jóvenes adultos estaba cambiando ese rebaño a una manada. Que una vez despiertos los instintos sexuales, mi posición de único macho activo y Alfa con cierta experiencia, no iba durar mucho, así que opté por aprovechar y disfrutar el tiempo que me quedara.

Llegó el viernes por la noche, comenzaba lo que a todas luces, sería un épico fin de semana. Salimos de cena, italiano, aunque casi todos cenaron pizza menos algún rarito, como yo que suelo ser el que pide los “Antipasto” en los italianos porque considero que la pizza nunca debe comerse en un restaurante, sino en el sofá de casa viendo alguna cosa por la tele. Después fuimos a la Cervantes para convencer a Manolo de la importancia de comprarse el Pure Instinct de Scorpions recién sacado calentito del horno, para mi sorpresa lo puso porque ya se lo había comprado. De ese modo le insté a que se comprara el Louder than hell de Manowar, el episode de Stratovarius y el best of vol I de Van Halen y que escondiera el Load de Metallica hasta que se nos pasara el berrinche a los Heavys de bien. Lo importante era que se gastara pasta. No intenté ningún escarceo, tampoco lo necesitaba y como sentenciara Mariluz aquella noche del Carmen, “Estaba bien siempre”. Además, Marta era un manojo de nervios, por la obra del día siguiente y no me dejaba ni a sol ni a sombra, pendiente de cada gesto y movimiento mío y de todo aquel que se acercara a su propiedad. Hubiera sido digno de estudio observarla si no fuera porque era un poco obsesivo y que en un futuro, podría ser un problema para ella. No voy a mentir diciendo que me molestaba, siempre he tenido debilidad por los niños y tenía un cariño especial por esta niña y su forma de actuar casi protegiendo lo que quería con instinto animal.

Fuimos a la casa de Laura y Marta cuando el personal empezó a tener cara de cansancio y me di cuenta que el único que quería estar en la Cervantes era yo. Allí pusimos esa cosa aburrida e infumable de Stallone con Banderas titulada Asesinos, el personal fue diluyéndose en busca de catre rápidamente, una de las primeras fue Mariluz, que estaba poco habladora esa noche. Nos quedamos las dos hermanas y yo viendo aquel petardo horroroso al que le quedaba más de la mitad para que acabara. Llevé a Marta a la cama cuando se dejó de hacer la dormida y se durmió de verdad. Me encendí un cigarro de nuevo en el sofá pensando si quedarme o largarme a casa. Laura se recostó en mi pecho y empezó a acariciarme la cara interior del muslo. Al final, si que iba a quedarme. Era poco cariñosa, pero lo intentaba, no sabía muy bien como abrazar, al contrario que su hermana, parecía que deseaba separarse cuando besaba y enseguida volvía antes de que pudiera recuperar el aliento. Sus Manos eran otra cosa, cada caricia era una delicia y cuando me empezó a masturbar nunca sentí tanta delicadeza hasta entonces con unas manos. Mucho peor se le daba lo del sexo oral.
Ponía mucha voluntad y empeño, parecía que se hubiera tomado como un reto hasta conseguir hacerlo bien. Teniendo en cuenta, que la casa estaba llena de gente durmiendo, lo que hacía que tuviéramos que ser discretos y que nos parábamos cada vez que oíamos un ruido. Que cada vez que cogía un buen ritmo, bien producto de la emoción, los nervios, acababa haciendo un giro o apretando los dientes con mi maltrecho pene en su boca, lo que daba al traste con mi erección y vuelta a empezar, aquella mamada se prolongó por espacio de hora y algo (Si hubiera sido Mariluz habría llegado 6 veces, pensaba) hasta que por fin culminé. Nos quedamos un rato abrazados y se fue a su cama en algún momento mientras yo dormía.

El sábado era el gran día de la obra de teatro, ignoré que era también el del concierto de Asfalto. Desayuné y me marché a casa tras tomarle el pelo un rato a Martita, intentando ver el disfraz de golondrina, que no se quería probar hasta que yo me fuera. “Ni que fuera un vestido de novia” le decía, eso la mosqueaba, acabó echándome de su casa, así me vi como un cualquiera en la calle temprano. Me fui a mi casa, ducha, vaguéo, guarréo de nevera, felicidad. Sobre las doce y media llamó Mariluz, molesta porque habían quedado para comer en su casa y yo no lo había adivinado. Me instó a que fuera a echarle una mano con la comida.

-¿Estás sola?

Pregunté pícaro.

-¡Que vengas sinvergüenza! ¡…Y trae pan!

Así que me vestí, me fui a la panadería, compré mucho pan y con él llegué a su casa. Me abrazó y me dijo que la ayudara a preparar la comida, ¿Han oído eso de que uno de los lugares más eróticos de una casa es la cocina? Bien, pues eso es una mentira, al menos en esa casa, con un crucifijo, una santa y dos beatas que parecían estar mirando cada movimiento nuestro. Para cuando terminamos de preparar la comida, mi libido andaba por el sótano si lo hubiera, nunca he vivido en una casa con sótano. Me dijo que se iba a duchar y que quería preguntarme algo que la tenía preocupada.

-Bueno, ve a ducharte y ahora me cuentas.

Me miró hipnotizándome y me pidió.

-Ven conmigo.

Se desnudó ante mí en el baño, no podía dejar de mirarla. Era la primera vez que la veía completamente desnuda. Tenía el cuerpo bonito, voluptuoso, una cabellera morena ensortijada que le llegaba a la cintura. No era un 10 como su amiga Bella, pero era sumamente espectacular. Su piel blanca casi la mimetizaba con los azulejos del baño. Algún pequeño morado en hombros y caderas, producto de alguien que la sujetó con las manos, probablemente yo mismo, no por haber sido brusco, es que su piel era delicada como pétalos de flor de almendro. Se me acercó y me desnudó ceremonialmente.

-Lávame.

Y eso hice, enjaboné cada rizo de su melena y todo su cuerpo lenta y armoniosamente. La enjuagué y la sequé dejándola arropada en un albornoz con gorro como la bata de un boxeador y así semi-abrazado a ella que me miraba arrobada, la besé en la boca y, por primera vez, me recibió. Hicimos el amor, yo tuve todo el cuidado que supe y pude tener para no hacerle daño, era mi primera vez con una virgen y tenía tanto miedo como ella. Fui muy delicado y nada brusco; logré que no sufriera una mala experiencia y no le causé casi dolor salvo el inevitable. Conseguimos vencer su miedo, temores y supersticiones, y llegó al orgasmo un poco antes que yo. Después la lavé de nuevo, la ayudé a vestirse y la abracé mientras ella guardaba silencio. Cuando terminó el abrazo, acarició mi cara y tomó mi mano besándola y me dijo.

-Eres bueno, aunque seas un sinvergüenza. Creo que es por eso que te queremos tanto, te… Te quiero tanto.

Y se fue a la cocina a terminar de preparar la comida. Una vez más, me había dejado desconcertado y sin saber a qué atenerme. Seguramente conocía más que nadie de ella y seguía siendo un completo misterio para mí.

La tropa llegó media hora después y ya poco pude reflexionar. Comimos a Marta le faltó muy poco para partirme el filete y pasarme los bocados masticados. Cuando se marchó a prepararse para la obra, aunque yo estaba seguro de que esperaría más de una hora hasta que llegara alguien, la abracé y cubrí de besos mientras le deseaba que se partiera una pierna como había visto en las películas. Dije a todos que esperaría en la Cervantes hasta las 19:30 y que después me piraría al colegio. No hay cosa más desesperante que esperar mientras se arreglan 4 o 5 chicas, salvo quizá acompañarlas de compras, cuya única función es hacer de perchero.

Llegaron justo cuando salía por la puerta de la Cafetería y en 5 minutos estaba sentado casi en primera fila del salón de actos (Que en pleno curso era el comedor del colegio). La verdad, tenía ganas de ver la obra. Se habían currado mucho el atrezzo, escenario y vestuario. Por lo demás, era la típica obra de colegio con madres que hablaban cuando salía su hijo y gente, como yo, pidiendo que se callaran. Hasta que apareció la golondrina. Ni por asomo esperaba que lo hiciera tan bien. En menos de un minuto ya no vi a Marta y vi un pájaro en cada gesto y movimiento de su cuerpo, luego cuando quería se humanizaba y dulcificaba. Ya no hubo más voces durante la obra. Nunca había visto, ni he vuelto a ver una transformación así a un intérprete y voy al teatro y al cine. Pasé la hora y pico de obra, viendo angustiado como se le agotaba el tiempo a la golondrina y hasta lloré como un bobo maldiciendo a Oscar Wilde por su crueldad a la hora de escribir. Cuando terminó la obra con todo el público acongojado y empezaron los aplausos, casi se viene abajo el escenario cuando salió a saludar la golondrina del estruendo que se formó. Yo me fui a aplaudir desde el fondo, era su momento, el primero de muchos, y sus padres se lo habían perdido. Vino hacia mí apartando a todos, la abracé y le dije que volviera con la gente y que disfrutara, que yo no me iba a mover salvo para salir a echar un cigarro; como eso le cambió la cara, le dije que no saldría a fumar. Media hora después ya se libró del público entusiasta y solo esperábamos su grupo o familia. Cuando salió la felicité, le dije que me había impresionado, que era una gran actriz y que tenía mucho futuro. Continué alabándola con toda sinceridad mientras aquellos ojazos suyos se hacían cada vez más y más grandes y su sonrisa no dejaba de brillar.

Cenamos en el “Burguer PlayMan”. No se dejen engañar por el nombre, era una hamburguesería de pueblo de lo más normal. Empezaban a aparecer los anglicismos como algo para hacerse el moderno, el matrimonio que montó el negocio decidió hacer un juego de palabras con sus nombres que les sonaba chulo y de esa forma “Platero y Manolita” le pusieron ese nombre que dio mucho juego y coña en su momento. Cuando vas a comer a una hamburguesería de pueblo, tienes que olvidarte de franquicias de hamburguesas que vienen en cajas manufacturadas con esa carne dentro cuyo origen no conoce nadie con vida en este planeta, cosas como McDonald o Burguer-king y mierdas por el estilo son impensables. Allí si te pedías la "Especial de la casa", mas te valía tener alguien con quien compartirla a pachas. Eso hice con Marta y aún sobró para darle la mitad de lo suyo a su hermana y para que Pepe se comiera prácticamente la totalidad de las patatas. Tomamos algo en la Cervantes y allí Manolo me enseñó sus nuevas adquisiciones musicales a saber: Rainbow Long live Rock’N’Roll, Led Zeppelin IV (Que en realidad se titula solamente Led Zeppelin), Héroes de David Bowie (Ese era un capricho que yo tenía y quería que se comprara) y cuando terminó de enseñármelos, le dije que ya había alcanzado el nivel musical para empezar a comprarse exquisiteces como Highway to hell de AC/DC y Hotel California de los Eagles.

Al poco decidieron noche de cine y antes de las 23h (Ni la Cenicienta era tan formal) estábamos llegando a casa de Laura y Marta. Vimos “Algunos hombres buenos” tirados por el suelo y el sofá como focas del Ártico al Sol. Después, les dio por el pasteleo y pusieron los dos grandes Hits del pasteleo por excelencia “Pretty Woman y Ghost” en ese orden. Mariluz estaba cansada y se fue a la cama justo antes de que Vivian fuera abofeteada por el infame socio de Edward, Phil Stuckey. Cuando Sam iba con el fantasma del metro con tabaquismo aprendiendo a mover cosas desde su dimensión de espíritu en la nuestra, quedaban ya muy pocos efectivos despiertos. A mí se me estaban cerrando los ojos, ya eran más de dos horas y media de pasteleo y eso puede con cualquiera. Todo apuntaba a que esta vez Sam ascendería a los cielos con todo el amor que Molly no se podía imaginar que se llevaba sin que yo lo viera. Tenía a Marta sopa y feliz encima ejerciendo un aplastamiento soportable y adormecedor y también a Laura que miraba la película recostada su cabeza en su hermana haciéndome cosquillas en la rodilla, así me quedé dormido.

Desperté con todo a oscuras al sentir que me habían desabrochado los vaqueros y alguien tenía mi miembro en su boca, solo podía ser Laura. La verdad es que lo estaba haciendo muy bien, no tanto como Mariluz pero estaba siendo muy agradable y satisfactorio, fue entonces cuando caí en la cuenta. “¡Laura lo hacía fatal!” No era Laura. Toqué aquella cabeza y reconocí enseguida que era quien yo temía, Era Marta. La aparté y me senté, sentándola también a ella. Le hablé enfadado pero sin alzar la voz.

-¿Qué haces?, ¿Estás loca? Eres una cría. No puedes hacer algo así por tu cuenta, en estas cosas tienen que estar de mutuo acuerdo todas las personas que participan.

Ella me miró con tristeza. No veía bien su rostro, pero sus enormes ojos brillaban mucho, lo que anunciaba que estaba a punto de echarse a llorar. Comenzó a hablar balbuceante por el inminente llanto y el sofoco, a un paso del ataque de ansiedad.

-Pe… Pero… Yo te quiero, y… Ayer tte vi con mi her… Hermana y quiero que mme quieras…

Justo ahí rompió a llorar, enterró su rostro entre el pecho y mi axila. La abracé con un brazo mientras con el otro me subía los calzoncillos intentando recuperar un poco de mi dignidad. Sabía lo que debía decirle, solo tenía que encontrar las palabras. Su sofocón estaba en pleno apogeo, yo la consolé como pude, hasta que fue pasando el temporal acaricié su cabello y dejé que se empapara mi camiseta. Cuando llegó el silencio, salvo para absorberse los mocos de vez en cuando hasta que encontró con que sonarse, empecé a hablar.

-Amor, te quiero mucho. Te pido perdón por lo que viste ayer, no es algo que deberías tener en tu memoria y es culpa mía que ahora hayas perdido parte de tu infancia por algo que, llegado el momento, tenías que haber ido descubriendo tú. Nunca me perdonaré por ello. Eres muy niña todavía y eres muy bonita, vas a ser una mujer preciosa, ya casi eres una mujer, pero no tengas prisa por salir de la infancia y disfrútala, solo tienes trece años…

-Trece y medio.

Me interrumpió, porque para los niños, medio año es muy importante y tenía que decírmelo. Sonreí un momento y continué.

-… Trece y medio, todavía no es tiempo de sexo oral, es pronto para eso y otras cosas que irás descubriendo en su momento con la persona adecuada que, desde luego, no seré yo…

-Pero a ti te gustaba porque… Tu… Pito estaba grande y palpitaba…

Me detuve unos segundos por si añadía algo más.

-Sí, me gustaba mucho. Aunque eso no hace que eso sea correcto. No está bien, no es el momento ni yo la persona con quien debes hacerlo. Sería un miserable si lo permitiera ¿Lo entiendes verdad?

Ella asintió con cara de “Lo que tu digas si te sientes bien y estás contento conmigo” que de haberlo comprendido de verdad, pero era lo que había.

-¿Puedo dormir contigo?

La miré divertido y le dije bromeando.

-Acóplate, pero al primer pedo a tu puñetera cama.

Me abrazó, me besó en la boca antes de que pudiera decirle nada, se hizo un ovillo entre mi pecho y mis rodillas y se durmió en menos de tres minutos con esa facilidad que tienen los niños; me quedé arrinconado en el sofá sin poder pegar ojo. Con este desvelo dejé que el diablo saliera a pincharme con preguntas ¿Qué le pasaba a Mariluz?, ¿Porqué había querido hacer el amor de pronto?, ¿Qué me tenía que contar?, ¿Cómo me despisté tanto para no darme cuenta de que Marta nos vio?, ¿Por qué me comportaba así?,¿…? Tenía un sentimiento de culpabilidad, estaba seguro que no estaba haciendo lo correcto, como al mismo tiempo, sabía que, de poder volver atrás, volvería a hacer todo igual. En Algún momento, Marta se dio la vuelta y su cara quedó enterrada entre el pecho y el brazo contrario al que había usado para llorar; dormía con la boca abierta, así que, mientras notaba que se me iba humedeciendo la camiseta, me quedé dormido.

A las 9 hubo zafarrancho. Era domingo y todos iban a ir a misa. Mariluz nos despertó, mandó a Marta a la ducha y a mí a por churros. Desayunamos, los acompañé a la iglesia y me borré hasta mi casa. Habíamos quedado a las 13h aún no tenía muy claro dónde. Cuando salí de ducharme tenía llamadas perdidas de la jefa del rebaño. Llamé.

-Ven a casa por favor.

Obedecí. Al llegar la besé, la abracé y me senté junto a ella cuando me invitó con un gesto.

-Javi, no sé qué hacer. Por un lado quiero ayudar, pero por otro no quiero irme…

Hizo una pausa y se quedó mirándome.

-Vas a tener que explicarme mucho más, porque creo que me faltan muchos datos “Amor”.

Sonrió con tristeza, me besó en la frente como se besa a un bebé. Suspiró y empezó a contarme todo.

-Mi madre quiere que ingrese en las “Misioneras de la Caridad”. Quiere que me vaya de misionera a Senegal o Etiopía… Pero yo no quiero, no sé si quiero esa vida. Mi madre siempre me dijo que esa era la vida de una persona que vive para los demás. Una vida de la que sentirse orgulloso. Yo quiero la vida que tengo ahora, también ayudo y tengo a las personas que quiero…

A medida que iba recibiendo la información, me iba calentando. Cuando estaba terminando noté que me temblaba la barbilla de la rabia y la interrumpí, sin medir lo que decía ni como.

-¡Si quiere ayudar que vaya ella!, ¡No te jode la Beata de los huevos!, ¡Tú harás tu vida como ella hizo la suya!, ¡Joder con los putos Kikos de los huevos…!

Mi ira iba en aumento, estaba realmente enfadado. Siempre he odiado esos padres que quieren que sus hijos vivan la vida que ellos les han elegido sin pararse a pensar en su felicidad. La miré, vi que estaba asustada, casi llorando. Me di cuenta que nunca me había visto enfadado. También que mi enfado no era lo que ella necesitaba, ni oír y ver esa parte violenta de mí. Respiré hondo y le hablé como se le habla a una mujer que en muchos aspectos, sigue siendo una niña cuyo mundo era muy pequeño.

-Perdóname, creo que debes enfrentarte a tu madre y decirle lo que realmente deseas para ti. Decidas lo que decidas, te apoyaré, estaré cuando tú digas y donde me digas. Sólo dime qué quieres que haga…

Me abrazó con todas sus fuerzas. Lloraba, puede que yo también. Me susurró en el oído.

-Quiero que seas un sinvergüenza.

Y lo fui. Todo lo que pude y supe. Sin importarme las consecuencias que pudiera acarrearme ni el daño causado. Salvo con el rebaño y mis padres, no reparé en daños . Para cuando acabó el verano siguiente, Mariluz tenía un rollizo novio que era un ceporro pero muy buen tipo. Marta se iba a ir a estudiar a un centro de alto rendimiento; además de buena actriz, era una gran bailarina y deportista en general, un talento innato que ha triunfado en cuanto se ha propuesto para mi orgullo, aunque no sea responsable de ello. Las chicas seguían viéndose, no con ese apego de manada que tenían cuando los conocí. A mí no me hablaba casi ningún padre ni la mayoría de la gente de la comunidad, excepto las chicas y sus padres y, por supuesto, los míos. Felix el cura, me había retirado la palabra y hasta volvía la cara cuando me veía aunque estuviera con mis padres, que eran sus feligreses. Maite lo dejó con Pepe y se casó con un clon de él y creo que tienen 4 o 5 críos que hoy ya serán adolescentes. Los Kikos se rompieron y subdividieron en numerosos grupitos que habían perdido el buen rollo que tenían. Empecé a distanciarme de todos, en realidad, estaba dolido. No quería que Mariluz me pidiera que fuera un sinvergüenza, quería que me dijera que me quedara con ella. Marta era demasiado joven para mí, tiene gracia, mi actual pareja tiene casi el doble de diferencia de edad conmigo de la que tiene ella, pero aunque la quería mucho, me había enamorado de la única que me podía romper el corazón, como al final, hizo sin saberlo.

Empecé a sentir la certeza de que mi tiempo de vivir en Huelva se había acabado. Pero esa es otra historia que ya contaré otro día.

Todavía recibo una llamada en las fiestas de Mariluz, me desea lo mejor y me llama sinvergüenza de nuevo como el mayor halago que pudiera darme. También recibo de vez en cuando un Whatsapp de un número que no conozco y cambia de vez en cuando, el mensaje siempre es el mismo. “Te me escapaste, cuídate” Nunca he llamado, aunque sé que es ella.

Benditas sean todas.

Javier Orta (Midnighter Trent)

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