Era el recién llegado, el último en llegar. No tuvo una mala acogida, no del todo al menos. Rómulo era el jefe de la partida, se acercó a él con la mano extendida proclamando su nombre con una voz de trueno que hasta el último pájaro de aquel bosque lo pudo oír. Tenía una barba desaliñada que prácticamente le había comido la cara y era enorme como un oso.
-Yo soy Rómulo y estos son Flavio y Claudio, aquél de allí es Rosario. Aquí cada uno tiene su cometido, Flavio es ingeniero y barrenero, Claudio cartógrafo y yo dirijo este circo, tú Te llamas Roberto y estás para logística y para lo que yo te mande.
Todos salvo Rosario lucían una frondosa barba. Fue saludando uno por uno, y recibiendo saludos de sus compañeros. Se acercó entonces a Rosario que permanecía apartado mirando fijamente una taza de café que sostenía entre las manos.
-Hola soy Roberto no me ha quedado claro cuál es tu cometido en esta expedición...
Le dijo extendiendo su mano hacia él y quedándose con la mano flotando a medio camino.
-Mira “Bambi” mantente a distancia de mí y sigue jugando con los otros a ver quién tiene la polla más bonita. No soy tu compañero, no soy tu amigo y no tengo nada que hablar contigo. No estoy para aguantar a niñatos ni a nadie...
-¡Basta ya Rosario! Deja al chico en paz.
Se alejó de él consternado por su hostilidad mientras Flavio le decía en voz baja, “Ni caso, es un amargado”.
Partieron temprano, su expedición tenía por delante seis meses a través de tierras que jamás pisó el hombre civilizado. El viaje era lento y duro, no solo tenían que recorrer terreno inexplorado, también tenían que ir preparando el terreno para que después hicieran un camino. Alfonso se encargaba de la comida, enseres , inventarios, despejar el camino de piedras y ramas. Flavio de trazar el rumbo con una extraña y rudimentaria brújula en mano y de la caza y pesca. Claudio del fuego y organizar el campamento, montar tiendas y dibujar sus planos. Rómulo de todo lo demás. Rosario no hacía otra cosa que alejarse por la mañana y volver de noche, no participaba en el trabajo diario, no conversaba con sus compañeros, cuando decía algo siempre era de malos modos y parecía tenerle ojeriza a Roberto .
“No confíes en nadie “Bambi”, tu vida no importa un carajo a ninguno de estos.
No te acerques a mi, no soy de fiar pero estos de aquí tampoco y como eres estúpido no te das cuenta.
Recoge todo antes de dormirte como un becerro listo para el sacrificio...”
Esas eran las “Perlas” más amables que tenía que escucharle a diario. Siempre le hablaba cuando sólo él podía escucharlo. Además le controlaba cada paso, siguiéndolo a unos metros hasta cuando iba a vaciar su esfínter. El campamento consistía en dos tiendas, en una dormían Rómulo, Flavio y Claudio y en la otra, supuestamente Alfonso y Rosario, aunque este último siempre dormía fuera. No sabía porqué no le dejaba confraternizar con sus compañeros. Una noche que hacía frío se metieron los tres en la tienda temprano , con tazas calientes de café con whisky y cuando fue a meterse con ellos en la tienda, Rosario se puso delante. Le dijo que le dejara pasar y entonces Rosario le dio un bofetón diciéndole.
-Te tomarás eso aquí fuera.
Atemorizado se sentó junto al fuego y bebió su taza sintiendo escozor con cada sorbo allí donde el labio se había roto por dentro por el golpe. Rosario se sentó junto a él sin pronunciar una sola palabra, si los compañeros oyeron algo del jaleo que habían armado habían hecho oídos sordos. Aquella noche no durmió mezclando pensamientos de rabia e impotencia e imaginando vengarse de mil formas de Rosario. Cuando no aguantaba más se levantó y fue a mear. Se encontraba alejado unos metros orinando cuando Rosario le habló haciendo que casi se cayera al suelo del susto.
-Escucha “Bambi” no quiero que digas ni una palabra de lo de anoche o te puede costar tu estúpida vida. Yo me voy ahora, volveré al anochecer, estate alerta y puede que a pesar de tu estupidez conserves tu vida.
Ni siquiera le respondió, había traspasado el límite golpeándole hacia unas horas.
Cuando volvió al campamento ya se había levantado el resto del grupo y estaban desayunando. Rómulo le hizo un ademán a modo de saludo y que no se acercara. Sintió una punzada de rabia por este rechazo que ya se había repetido más veces, sobre todo últimamente, y seguramente era por culpa de Rosario. La verdad es que según iban pasando los días, cada vez hablaban menos con él y a veces los sorprendió mirándolo cuando callaban en su conversación y cuando veían que él los miraba disimulaban y Rómulo lo saludaba con la mano. Aunque puede que también fuera alguna paranoia suya debido a la tensión que le provocaba Rosario. Llegó el crepúsculo y se disponía a volver al campamento cuando observó que sus compañeros ya se habían ido y estaba solo entre la maraña del follaje de aquel bosque selvático. Se dirigió al camino, pero antes de salir de entre la vegetación, alguien lo agarró por detrás tapándole la boca y le empezó a hablar.
-Escúchame Bambi, hazme caso. Hoy ya no podrás volver al campamento. Hemos llegado al corazón de este bosque de mentira y los que te esperan allí, ya no tienen puesto su disfraz de humano. Eres demasiado tonto para haberte dado cuenta de que siempre se encuentra caza a la primera, no falta alimento, ni agua aunque no hallamos visto un río ni siquiera un charco desde que partimos hace ya más de un mes. Ellos también lo han notado, ignoraban lo que son hasta que se han dado cuenta que eres distinto.
Voy a soltarte, no hagas ninguna estupidez de las tuyas como echar a correr sin acabar antes de escucharme.
Lo soltó y aún no sabe si por miedo o curiosidad se quedó esperando a que Rosario continuara con su explicación.
-No sé si te habrás fijado pero aquí no hay una sola planta que conozca y soy botánico, no hay insectos, en un bosque como este tenían que habernos comido los mosquitos la primera noche ¿Has visto u oído un solo pájaro? Ni uno ¿Verdad? Hay animales conocidos, pero tienen algunos fallos, como si al diseñarlos hubieran olvidado o desconocieran detalles, nuestros burros de carga tienen las orejas redondas como un panda, no existe ninguna raza así, en mis excursiones he visto ardillas con seis patas, peces con pinzas como cangrejos arrastrándose como serpientes por el suelo y hasta descubrí Unos enormes nidos con huevos que creía que eran de avestruz hasta que vi abrirse uno y vi una especie de cría de Lobo sin pelo. En cuanto a nuestros compañeros de expedición, no beben agua, comen pero luego fingen ir a mear y vomitan todo. Cuando he salido, he vuelto hacia atrás y a poco más de 1 km todo lo que hemos ido despejando está otra vez lleno de vegetación, hay árboles con troncos tan gruesos que no puedo abarcar con mis brazos. Nada aquí es normal por mucho que estas tierras sean inexploradas.
Todo cuanto le dijo era cierto, al menos las partes que había podido ver, no había prestado atención a todos esos pequeños detalles y ahora expuestos todos a la vez caía en la cuenta de muchos otros, era abrumador y se sintió como un estúpido.
-¿“Bambi” como conseguiste este trabajo?
Preguntó Rosario.
-Recibí una carta en casa de mis tíos cuando estaba de visita.
-¿En que habías trabajado antes?
-Cuidando animales en el Zoológico.
Rosario se quedó en cuclillas con la mirada perdida por un tiempo superior a 10 minutos. Al final empezó a hablar contrariado.
-No le encuentro sentido a esto “Bambi”, es como si todo estuviera cambiado, pero no comprendo para qué, no doy para más ¡Malditos sean mis padres por hacerme tan tonto!
Terminó exclamando. Roberto empezó a pensar sobre las palabras de su antipático compañero de viaje “Todo está cambiado”, “La vegetación vuelve a crecer”, “Animales con fallos de diseño”...
“Vamos Rober, lo tienes delante...” Se animaba mentalmente.
-Vamos “Bambi”, tenemos que salir de aquí. Mi puta brújula está estropeada, pero el Sol sale por el este y...
-¡Calla!, creo que ya lo tengo.
Rosario guardó respetuoso silencio con una mueca extraña parecía un amago de sonrisa pero como si los músculos de su cara no supieran o no recordarán cómo hacerlo, mientras observaba a Roberto que parecía estar en trance con los ojos entre cerrados y murmurando como una beata en pleno rezo.
-Tenemos que ir hacia el corazón del bosque no hacia atrás.
-¿Te has vuelto loco “Bambi”? Según nos adentramos la fauna, vegetación y lo que quiera que sean esos tres que han venido junto a nosotros van perdiendo su humanidad...
-Hazme caso o moriremos. Olvídate del Sol, mira tu brújula y vamos corriendo al corazón del bosque, en la misma dirección y sentido en la que mañana continuaríamos. Si no quieres venir, al menos, indícame hacia dónde tendría que ir. Ya te explicaré todo cuando lleguemos, y, si estoy en lo cierto, lo haremos esta misma noche.
Rosario lo miró a los ojos durante no más de 10 Segundos que le parecieron una eternidad. Cuando se veía aventurándose solo hacia la negra espesura del bosque, le contestó.
-Vamos “Bambi”. O nos mata tu estupidez o de verdad se ha encendido la bombilla en esa mata de habas que tienes por cabeza. Vamos a atarnos el uno al otro para no perdernos, ahí no veremos nada a poco más de un metro y tendremos que economizar la linterna en lo posible
Le dijo mientras enlazaba con una cuerda su muñeca izquierda con la derecha de Roberto. Poco después se encaminaban a lo más denso de aquel paraje extraño y oscuro. Caminaron muy despacio a través de aquella impenetrable oscuridad que parecía comerse la luz de la linterna, de vez en cuando se topaban o veían algún animal nocturno, estos tenían más errores que los que habían podido ver a la luz del día vieron sapos con espinas, búhos de cuatro patas y sin alas, felinos que parecían linces con más de 10 ojos. Ninguno de estos era hostil, estaban tan sorprendidos por su presencia como ellos, sin embargo, a medida que fueron avanzando los errores en los animales empezaron a menguar. Llegaron a ver aves voladoras, incluso algún murciélago aparentemente normal. El bosque estaba haciéndose menos frondoso y según avanzaron empezaron a ver plantas y árboles conocidos, así como la extraña vegetación empezaba a aparecer seca o podrida, de pronto, empezaron a ver insectos que se comían esas plantas, según le hizo ver Rosario que alumbró con la linterna una cucaracha de las Grandes pero completamente normal, que estaba comiéndose una hoja.
-Jamás creí que me iba alegrar tanto ver una cucaracha. Con el asco que me han dado siempre.
Dijo Roberto emocionado agarrando la mano de su compañero de viaje. Rosario lo miró de hito en hito con La Luz de la linterna bañando su rostro y dándole un aspecto siniestro.
-Creo que has acertado “Bambi”, pero no te pongas cariñoso y suéltame la mano antes de que te la corte. Un poco más allá se distingue algo de luz, vamos hacia allá.
Notaba que había más espacio, como si estuviera acabando el bosque o estuvieran llegando a un claro. Unos 300 metros después, el bosque acabó de golpe, pero lo que dejó atónito a Rosario era que el bosque se interrumpía y dos pasos más adelante había casas con luces y se oía gente en su interior. Como si el bosque hubiera ido comiéndose el pueblo y se hubiera parado de golpe.
-Estaba en lo cierto Rosario. Los animales con fallos, la vegetación extraña, el camino que construíamos y se reforestaba. En realidad, sí íbamos abriendo paso a explorar un terreno inexplorado, sólo que esa tierra inexplorada es nuestra civilización y nosotros sin saberlo hemos sido quienes hemos traicionado a los nuestros. Nos han engañado con una serie de ilusiones y copias rudimentarias, pero el verdadero engaño ha sido mucho más simple, ha sido tan sencillo como desorientarnos, cuando creíamos estar adentrándonos en el bosque, estábamos invadiendo nuestros pueblos con él, hemos estado "Selvatizando" cada población y las personas y animales han sido absorbidos por él y sustituidos por imitaciones defectuosas, por alguna razón, los insectos les afectan y les hacen daño.
Rosario le interrumpió con un ademán y empezó a hablarle.
-Bien “Bambi”, ahora ve allí y busca la forma de que esto se llene de plagas de bichos, yo haré lo que pueda desde dentro...
-Pero... ¿Vas a volver ahí dentro? No comprendo...
-Cierra la boca, cuando antes te pregunté como habías conseguido el trabajo me has contestado que recibiste una carta en casa de unos familiares. Yo no tengo ningún recuerdo anterior al día que partimos, por lo que no soy un hombre de verdad, al menos ya no... Así que haz lo que te digo y no seas estúpido, ahora que me has demostrado que eres más listo que yo.
Roberto asimiló consternado lo que le contó su compañero de viaje y comprendió que era cierto.
-Ojalá encuentres tu camino Rosario. Dime una cosa antes de partir ¿Porqué me trataste tan mal desde el principio?
-Porque no me gustas y me caes mal.
-¿Que te hizo cambiar de opinión?
-No lo he hecho.
Roberto sonrió con tristeza y le tendió la mano como el primer día.
-Aún así, buena suerte amigo.
Rosario se quedó mirando la mano que tenía ante sí y contestó.
-Mira “Bambi”, No soy tu compañero, no soy tu amigo y no tengo nada que hablar contigo, haz lo correcto y mantén la distancia conmigo y guárdate esa mano para hacerte pajas. No volveremos a vernos y me alegro de perderte de vista para siempre.
Y sin más se adentró en el bosque dejando a Roberto y a su mano allí, “Lo lograrás antipático, me pregunto si lo conseguiré yo, más me vale”.
Se volvieron a encontrar en más de una ocasión, unas veces se enfrentaron y otras lucharon codo con codo, pero esta historia concluye aquí.
MIDNIGHTER TRENT (Javier Orta)