Era primavera y jugaba a ser guerrero con su espada de palo, con su escudo de plástico y su armadura de cartón. Se enfrentaba cada tarde a monstruos terribles y malvados ejércitos y siempre volvía victorioso del Campo de batalla a tiempo para cenar lo que hubiera hecho su madre.
Creció y fue llegando el verano y cambió su espada por un bolígrafo, su escudo por palabras y su armadura de cartón por unas gafas de gruesos cristales que hacían diminutos sus ojos. Se buscó un trabajo, pareja y formó una familia. La vida fue pasando, sus hijos crecieron y abandonaron el nido para hacer el suyo propio, llegó el invierno antes de tiempo y se llevó a su esposa. Se llevó a su anciana madre a vivir con él, un poco para que no estuviera sola y cuidar de ella y otro tanto para no estar solo él; mientras, sin nadie darse ni cuenta, estaba entrando el otoño.
Una tarde, de nuevo en invierno, su madre que se encontraba ya en cama y el tiempo había hecho presa en su cuerpo pero no en su mente le comentó a su hijo mientras le daba de comer.
-¿Te acuerdas cuando de pequeño té ibas al parque con tu espada de palo y allí luchabas contra malvados y monstruos toda la tarde? "Madre me voy a la guerra" me decías...
Él asintió sonriendo mientras le limpiaba la comisura de los labios.
-Madre, aún sigo luchando. Aprendí a hacerlo cada día desde que comprendí que los monstruos eran reales que la maldad existe en el hombre. Cada día vuelvo de ella victorioso y cada día más cansado. Ayer lo hacía por ti, después lo hice por por mi mujer y mis hijos y hoy lo vuelvo a hacer por ti, es un círculo que nunca va a parar y es la única forma de vivir que conozco.
Terminó su respuesta y guardó silencio. Se despidió de ella hasta el día siguiente por la tarde porque tenía que salir de madrugada a trabajar y no regresaría hasta las 17 horas al menos. Le anunció que al día siguiente era sábado y que vendrían sus nietos y bisnietos a verla y pasar el día con ella desde por la mañana.
Cuando fue a verla al día siguiente, iba con prisa porque llegaba tarde. En el cuarto de su madre se escuchaban voces, por lo que apretó el paso temiendo que le hubiera pasado algo y voló hasta el primer piso.
Cuando llegó vio a sus hijos con sus parejas y a sus nietos formando un corro alrededor de su madre. Estaban todos disfrazados con armaduras hechas con cajas de cartón tapaderas de cubos de plástico por escudo y blandiendo palos de fregona. Su madre estaba sentada en la butaca sonriendo. Le alargó ambas manos sosteniendo la espada de madera que el tenía de pequeño. La había guardado desde el día que la dejó en un rincón de su habitación.
-Hijo siempre has luchado solo, ya es hora de que todos nosotros, tu familia te ayude a ganar esta guerra, porque eres un hombre bueno y los hombres buenos nunca deben luchar solos.
Tomo su espada y la miró con lágrimas en los ojos. "Ahora sí", se dijo, "Podremos ganarle al invierno."
MIDNIGHTER TRENT (Javier Orta)