Relatos

MÁS VOCES

Había llegado el día. Yo estaba nervioso. Los intentos de tranquilizarme de las voces me alteraban aún más. Su familia no paraba de hablar. Yo acabé susurrando a las voces mientras miraba hacia el suelo. Su familia pensó que estaba rezando, mejor, no quería que empezaran de nuevo mis problemas por hablar con ellas en público. Salió un médico a informarnos.
-Su mujer ha tenido un parto complicado. Ella se encuentra bien, su hija está en coma, las próximas 48 horas serán vitales, si no despierta, tendremos que prepararnos para despedirla.
“Saldrá bien, solo protégela”
Me decían las voces.
“¿Protegerla de qué?”
“No lo vemos, pero está ahí, lo escuchamos, no quiere hacerlo, pero está agotado y cederá”
Pregunté si podíamos ver a mi pareja y a mi hija.

-Podrán pasar un momento pero en seguida tendrán que marcharse y a su hija no la podrán tocar mientras permanezca en la incubadora.
Mi chica estaba bien, pasamos 5 minutos con ella y nos echaron de aquel cuarto. Fui a la sala de incubados. Me hice el tonto despistado para ver si había más entradas, efectivamente había una salida de emergencia y otra a través de los despachos médicos, usaría esa entrada, estoy acostumbrado a moverme por hospitales por mi trabajo. Aquí las voces se multiplicaban, junto a las mías, había otras que eran risas, llantos, luces, sonidos... Todo un batiburrillo dentro de mi cabeza que hacía más ruido que fuera. Y había algo más, una de fondo que era como un lamento, pero cada vez que intentaba aguzar el oído se detenía, como si notara que la escuchaba y no quisiera que me enterara. Claro que había algo lastimero, como una letanía, todo ese miedo antiguo, eran voces pinchándome llenas de rencor. Entonces lo comprendí, era igual que yo, era otro receptor, solo que este obedecía sin plantearse nada. Seguramente estaba atormentado por su pasado o por su presente.

Iba a hacer algo malo y no paraba de rondar a los neonatos. Me busca, me busca, intenta disimular, da rodeos, no dejaré que hagas nada a los míos ni a nadie. No mientras yo pueda velar por ellos. Estoy dentro y atento, antes de irme y llevarme a los míos, te detendré, no dejaré que hagas daño a nadie llevándolos a donde quiera que sea que los lleves. “No lo dejes, quiere llevárselos a su guarida. Quiere arrancarlos de tu protección”. No, no lo haré, si pudiera escuchar lo que le dicen sus voces...
De pronto, se silenció todo y solo quedaron mis voces y los murmullos exteriores. Se pondría la ropa adecuada para pasar desapercibido. Sabía cómo vestirse y comportarse para ser invisible. Aguardaría al turno de noche para proteger a los niños, sabía que iría a por ellos, se lo habían susurrado “Vendrá a por los niños, se los llevará lejos, protégelos...”. Bajo por el ascensor de servicio hasta los sótanos y se dirigió hacia lavandería, allí encontró el uniforme que buscaba. Se dirigió a buscar alguna herramienta acorde con su indumentaria, las encontró en un almacén. Ya era invisible.

Era más de media noche, pasadas las primeras horas de actividad tras el cambio de turno, la actividad en la sala de incubadoras se ralentizaba. Mirar cuatro monitores de vez en cuando, hacía que alguna vez, se le cerraran los ojos. Salvo algún auxiliar, DUE o alguien de limpieza no pasaba nadie por allí, eso hacía que sus párpados pesaran más de la cuenta y se quedó dormida.
“Ahora aprovechará para venir a llevárselos, impídeselo como sea”
“No lo escucho” Le decía a mis voces.
“Está escondido... está esperando... sabe que tú puedes estar acechando... se los llevará...los alejará de ti...”
¡¡Callaos ya!! Grité en voz alta. Tenía que pensar como hacerlo y me estaban atosigando las voces. La ocasión propicia llegaría después de la ronda, ahí se relajarían, se dormirían y ese será el momento de actuar. Solo tenía que esperar algo más de una hora.

El tiempo pasaba lento, pero debía ser paciente y no bajar la guardia, esta vez estaba implicado de forma directamente personal, No se permitió relajarse ni cuando vio al personal sanitario haciendo la ronda a los neonatos en la sala de incubadoras. Esperó a que se fueran y dejó pasar el tiempo prudencial que la DUE necesitó para quedarse dormida y abrió sus oídos, los internos, esos que le hacían escuchar las voces y recibió un aluvión de voces provenientes de todos lados, las suyas se mezclaban con las luces y sonidos de las de los neonatos y con el REM de la DUE dormida ya profundamente. No se dejó abrumar por ese torrente y consiguió aislar las voces suyas de los bebés que emitían una sinestesia de voces con olores, colores brillos e incluso sabores. Empezó a distinguir un martilleo, como dos luces de sabor a miel y leche que se repetían y poco a poco iban aumentando la velocidad que parecían instarle a que fuera sin dilación a la sala de incubadoras. Solo que había algo más, como una voz antigua, llena de miedo y de rencor, muy lejana, muy baja, como amortiguada o en otra frecuencia, intentaba distinguir lo que decía pero se le nublaban los oídos y empezó a sentir que perdía contacto con la realidad, tenía que parar, respirar hondo, pero tenía sueño, quizá podía descansar un minuto, no, no podía bajar la guardia, necesitaba solo unos minutos para quitarse el sopor… Algo estalló en su cabeza empezaba a sentir que todo se volvía verde y se le caían los párpados. La boca le sabía a metal y la luz brillante de un neonato, empezó a volverse morada. Comprendió que esa era la luz de su hija que le advertía de algo, ¿Pero de Que? Tenía algo que ver con los colores...

Ya quedaba muy poco, había tenido la suerte de abrir los oídos un poco después que su oponente, que era su igual, aunque había sucumbido al miedo, Tal vez no fuera malo en un principio, pero ahora quería llevar al mundo a los niños, fuera de la protección que el les brindaba y además, uno de los niños, era un tocado por las voces, un faro en medio de la tormenta, no lo dejaría ir, aunque no dejaba de sentirse culpable por lo que le estaba haciendo, ya que él, no era sino otra víctima, no era culpable, y no podía dejarlo vivir.

Los colores empezaban a desvanecerse, el color verde iba poco a poco adentrándose en el morado, comiéndole terreno desde su espalda en adelante, hacia los niños, entonces se acordó de Lorca el poeta y de su romance sonámbulo “Verde que te quiero verde” el color verde para el de granada era el color de la Muerte. Se estaba muriendo, lo estaban matando. Bajó su barbilla hasta tocarse el pecho, pudo notar dos manos apretando su garganta. Empleó todas las fuerzas que le quedaban para lanzar su cabeza hacia atrás. Casi al final del recorrido, cuando ya creía que el esfuerzo había sido en vano, chocó contra algo, escuchó crujir algo y las manos soltaron la tenaza que ejercían sobre su cuello. Ambos cayeron de espaldas y permanecieron inmóviles un buen rato. Poco a poco recobro la conciencia, el verde seguía allí, pero ya no se cernía sobre él, se volvió hacia su rival que estaba envuelto en una especie de "Aura verdosa". El cabezazo le había roto los huesos de la nariz y los había enviado a su cerebro, no había nada que hacer, salvo abreviar su agonía. El color morado volvió a su hija poco a poco, había ido a salvarla y fue ella quien lo salvó. La voz de su oponente le habló a través de sus oídos internos.

“Quise hacerlo bien, nunca he querido otra cosa que ayudar. No supe parar y las voces acabaron por consumirme, créeme, contigo también lo harán…”
“Mis voces no son malas, me ayudan a hacer el bien, además, tengo que proteger a mi hija y a mi familia…” Respondió al moribundo.
“Mis voces también eran buenas, pero algo ocurrió, algo se coló entre ellas y las fue anulando con engaños y miedo hasta que solo quedaron esas que no paraban de acosarme. No te preocupes por tu hija, ella es intocable, esta muy por encima de nuestras habilidades. Escucha, ya casi he terminado. Tienes que hacer algo por mi, tienes que arreglar lo que he hecho. Tienes que rescatarlos a todos…”
“Lo haré” Abrió sus oídos para recibir la información que tenía que darle mientras se apagaba dolorosamente.

Un mes más tarde, por fin, volvían a casa los tres. Su chica medio bromeaba medio se sentía sorprendida por el vínculo que tenían la niña y él, no eran celos, ella se sentía en conexión con su hija por tenerla en sus brazos inmediatamente tras el parto, amamantarla… Pero la niña, que se iba a llamar Azahara porque, según su chico, se lo dijo en un sueño, sonreía siempre que estaba su padre a menos de 2 metros, aunque no hablara. El último mes y medio, fue ajetreado y estaba agotado. A dormir poco por la niña, había que sumar las muchas cosas que tuvo que hacer desde la noche en la que tuvo que deshacerse del cuerpo de su rival. Poner sobre la pista a la policía sin levantar sospechas ni dejar el más mínimo rastro que condujera hacia él, de toda una nave en medio de la nada donde su oponente tenía retenidos a 15 niños de menos de 2 años y las madres de algunos de ellos. La policía y los medios de comunicación se hicieron eco del "Monstruo" secuestrador de niños durante meses. Se descubrieron cadáveres enterrados de las madres y algún padre en la finca de los alrededores donde se encontraba la nave donde tenía a los secuestrados.

Por la noche, mientras su pareja dormía, le despertó una luz morada, no se puso en alerta, era un morado alegre. Se levantó, fue a la cuna de Azahara y la cogió en brazos.
“Tienes que dejarme descansar. Vamos a tener que cuidar de mucha gente…”
Fin. (O no)

Comentarios   

#1 May 13-05-2021 14:18
Sin respiras hasta la ultima palabra.

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