MIDNIGHTER TRENT

Hace unos años, yo estaba sin curro y cogía cualquier cosa que me saliera. Así acabé pintando interiores de casas firmando tándem con una amiga, que posteriormente fue mi pareja y posteriormente dejo de ser mi pareja y también mi amiga en ese orden pero como se suele decir, esa es otra historia.

Transcurridos un tiempo entre brochas y pinturas con una ruptura no del todo amistosa por parte de ella con su pareja anterior de por medio, he aquí, que sin casi darnos cuenta, fuimos dando paso de pintar paredes y techos a que acabara pintando de blanco los interiores y exteriores de mi amiga con mi pincel en cada cavidad de su cuerpo que me permitió, habiendo restricciones al principio y poco después abandonándose al arte de la pintura en todas las modalidades que conocía yo y en las que ella me dio a conocer de tan noble arte. Fueron tiempos de felicidad, con toda la pasión desenfrenada y furtiva que daba el sexo sin tregua de toda relación en sus inicios. A todas horas, en cada casa donde currábamos, estuvieran o no los dueños y sus hijos, el reto era hacerlo en cada cuarto o cubículo y si podíamos practicarnos el sexo oral mientras saludábamos al dueño/a de la casa de ventana a ventana, era algo muchísimo mejor. Esto nos supuso perder algunos curros cuando nos pillaron los inquilinos en plena faena (No precisamente laboral) en el cuarto de los niños, en el suyo o en el de sus ancianos mayores aprovechando la siesta de los niños o la ceguera de los mayores o la propia siesta de él o ella, por suerte, solo nos echaban de allí sin denuncias por prácticas sexuales en sus hogares delante de menores, ancianos o de ellos mientras dormían; pero voy al caso que voy, a centrarme en la historia que quería contaros y le da título a este relato. 

En uno de esos días,  estábamos currando en una casa de supuesto postín y membrete (Los dueños eran el ínclito alcalde del pueblo y su mujer con sus 3 hijos) estaban por allí y estábamos tranquilos,  sin urgencias ni especiales, ya lo habíamos hecho un par de veces y por tanto estábamos desfogados, al menos por unas horas en las que ambos estábamos entregados a la tarea de pintar y limpiar aquella casona. Yo tenía las manos llenas de pintura al óleo y me entraron imperiosas ganas de orinar, no podía sacarme la polla sin llenarla de pintura y prefería mearme encima a tener que limpiarme con aguarrás o disolvente universal con las lesiones erosivas que podía provocarme y la posibilidad de presentarme ante mi médico con el pito de color azulado cual príncipe de Blancanieves en una época en la que la privacidad no era el fuerte del personal sanitario. Llamé a mi chica, que acudió siguiendo mi voz al baño y le expliqué la situación deprisa y sin atropellarme dada la urgencia imperiosa de mi necesidad de vaciar mi vejiga y ella solicita se comprometió a socorrerme. Por muy experta que era en el sexo, no tenía ni puta idea de cómo manejar un nabo para mear. A continuación citaré lo que ocurrió paso por paso tal y como lo recuerdo.

Primero estuvo a punto de trillarme el pene con la cremallera del mono de trabajo ante mi espanto, después lo sacó y lo apretó como si fuera la manga de un pastelero impidiendo salir el pis. Cuando le dije que aflojara, lo soltó como si quemara, yo tenía una erección dolorosa de aguantar para no orinarme encima, así se disparó hacia arriba un fino chorro que me alcanzó en la boca que tenía abierta y en los ojos.

Después se fue regando por aspersión a ambos haciéndonos encima una lluvia dorada que yo, con las manos llenas de pintura y ella con un ataque de risa cada vez que nos alcanzaba el chorro de meados fuimos incapaces de evitar hasta que cesó la fuente al vaciarse mi vejiga. Cualquiera se hubiera sentido asqueado y se habría precipitado a asearse y cambiarse de ropa, pero ella se excitó al ver que el ciruelo seguía erecto y se arrodilló acercando su boca a él. Yo la quise detener y le dije.

-Cariño, espera que estoy...

-¿Que estás sucio? Vamos, ¡No me jodas!

Me interrumpió ella señalando su pelo, su cara y su camiseta empapados de orina. De esta forma me entregué a su boca y ella se entregó a hacerme feliz. Estábamos los dos solos en el universo, ajenos al mundo, ajenos a todo lo que no fuéramos nosotros dos, ajenos a las voces que nos hablaban detrás, ajenos a la mano que me agarró del hombro cuando estaba a punto de culminar, ajeno a todo menos a ella que jugaba con la lengua en el glande mientras movía sus manos, una en el pene, otra en los testículos, yo  iba a explotar cuando tiraron de mí y me dieron la vuelta. La explosión de mi orgasmo fue épica (Un tiempo después me enteré que el consumo de espárragos multiplica la cantidad del semen al eyacular y yo me había comido una lata entera de carretilla de los gordos la noche antes. También me enteré después que, si bien multiplica la cantidad de esperma consumir espárragos, el semen que surte al llegar al orgasmo tiene un olor y sabor muy fuerte que no mola nada lo del olor lo note al poco de saberlo y lo del sabor cuando pedí una bolita de nieve a una churri que tuve pero esa es otra historia para contar en otra ocasión). Me apoyé con los codos en los laterales del marco de la puerta agarrándome con las manos en la parte superior para mantener mi equilibrio desconectados todos mis sentidos mientras eyaculaba y eyaculaba sin cesar. Cuando abrí los ojos vi la estampa del Alcalde, la alcaldesa y sus tres hijos ante mí, como si estuvieran posando para un extraño retrato familiar, todos salpicados de esperma en mayor o menor medida. Antes de que nadie pudiera reaccionar, tomé de la mano a mi chica que se había quedado congelada como una estatua  y le grité.

-¡¡Corre!!

Salimos de allí sin volver la vista atrás, sin recoger nada, sin cobrar nada, los dos con las manos manchadas de pintura, con la ropa y el pelo manchados de pis que se empezaba a secar y a oler, riéndonos, sucios, nerviosos, felices...

Tras dejarla en su casa me fui a la mía, aún vivía con mis viejos, fue Justo antes de entrar cuando me di cuenta que todavía iba con el nabo fuera. 

MIDNIGHTER TRENT (Javier Orta)

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