-Rrrrr... Cierra los ojos, no pienses en nada... Rrrrr... Cuando sientas como un leve empujón seré yo, no te resistas y déjame entrar... Rrrr...
Jacinto intentaba por enésima vez entrar en “Canción Metal”. Llevaba un mes intentándolo con Finstro sin éxito, se había producido una mala mezcla química, maestro impaciente-alumno torpe. Jacinto lo intentaba pero era demasiado nervioso
-Cierro mi mente , ahora estoy pensando en que me vas a empujar y me agobio...
-¡¡¡RRR... NO, HE DICHO CIERRA LOS OJOS NO LA MENTE... RRRR...!!!
-Ah, ¿Y con la mente me empujó pensando hacia la nada...?
-RRRR... iiiNO, CIERRA LOS OJOS...!!! RRR...
-¿Ahora no cierro los ojos? Creía que si tenía que cerrarlos para que me empujes.
¡¡¡RRR... NOOOO... RRR...!!!
Finstro se volvió hacia Roberto y Rosario que observaban a unos metros riéndose. Desde el segundo día que Jacinto estaba intentándolo le había dado la risa con la escena a Roberto y Rosario se había unido al chiste. Cuando Finstro se enfadaba se reían más lo que hacía que se enfadara más aún.
-¡¡¡RRRRRR... FUERA DE AQUÍ... RRRRR...!!!
-¿Entonces me voy? ¿No lo intentamos más?
Roberto y Rosario se doblaban del ataque de risa.
-¡¡¡RRRR... TÚ NO ZOQUETE, ELLOS... RRRR!!!, ¡¡¡RRR... FUERA... RRR...!!!
Casi les rugió a los dos graciosos que se reían a más no poder. Roberto levantó una mano en señal de paz.
-Nos vamos, jajaja, lo siento, perdonarnos... pffff... jejejee...
Le dio un golpecito con su bastón a Rosario que seguía riendo. Tras lo sucedido en el "Gran Colocón", Roberto había empeorado. No le hacía falta la silla de ruedas en Falsobosque, pero sus piernas le fallaban y se cansaba enseguida, el bastón se le había hecho imprescindible. Aún así caminaba varios kilómetros al día que le consumían unas 6 horas con sus paradas cada unos cientos de metros. Canela siempre lo acompañaba y cuando volvía se encontraba con los rostros de preocupación de los demás y algún que otro reproche por esforzarse tanto.
Volvieron al campamento-cueva en el corazón de Falsobosque, prepararon la comida e hicieron café. Finstro llegó de mal humor, se tumbó en la entrada de espaldas a ellos soltando un gruñido por todo saludo. Jacinto lo hizo diez minutos después, llegando con cara de frustración.
-Comamos ¿Que tal? ¿Habéis conseguido...?
Jacinto negó con la cabeza. Rosario miró hacia Finstro que ronroneaba “Hail And kill” de Manowar. Se acercó a él y puso su frente en la del enorme Lince fallido.
-Deja que lo intente yo mañana, estás endemoniado y así no podrás. Creo que se como abordarlo.
-Rrrrr... Todo tuyo.. Rrr...
Así acabó la jornada. Todos se durmieron salvo Rosario que siempre montaba guardia hasta que se despertaba Jacinto y le hacía el relevo. Finstro despertó a Roberto antes de que amaneciera.
-Rrrrr... Vienen... Rrrrr...
Salió a la entrada de la cueva con una manta sobre los hombros seguido de cerca por Finstro. Fuera estaban Rosario, Canela y Jacinto preparados para luchar. Roberto ni siquiera se fijó en ellos, su atención estaba centrada en lo que tenía enfrente.
Unas 300 personas estaban de pie ante ellos, a la cabeza del grupo estaban el general Rómulo y el capitán Julio, tenían aspecto de haber viajado deprisa huyendo de algún tipo de batalla. Rosario se adelantó colocándose al frente delante de Roberto y Finstro.
-Tranquilos, no vienen a pelear. Ninguno tiene armas en la mano.
Ante ellos estaban un grupo de unas 300 personas encabezadas por el general Rómulo y el capitán Julio. Tanto ellos como todos los hombres, mujeres y niños venían con lo puesto, incluso con la ropa hecha jirones, incluso había heridos, entre los que estaba el propio general. Estaba claro que habían sido atacados y tuvieron que huir. Roberto y Rosario se adelantaron hacia el general seguidos de Jacinto, Finstro y Canela. El general se acercó a ellos andando, pero su paso era aún más torpe que él de Roberto, tropezó y hubiera caído de no ser por los reflejos de Rosario que de un salto llegó a tiempo de aguantarlo. Lo sentó sobre una roca ayudado por Jacinto. El capitán Julio llegó justo después. Cosa en la que se fijó Roberto que meneó la cabeza con resignación, algunas cosas nunca cambian.
-Venimos a pedir ayuda.
Dijo a Roberto que lo miraba con una mezcla de despreció y lástima. Se tomó unos segundos, mordiéndose el labio inferior.
-Rómulo, cuéntenos que ha pasado.
El capitán Julio se adelantó un paso y se detuvo cuando se encontró con la mirada de Rosario y empezó a hablar.
-Hemos sido atacados...
Roberto se volvió hacia él bruscamente, su movimiento fue tan violento que, de no ser por el bastón, hubiera perdido el equilibrio.
-¡¡¡Usted cállese!!! De nuevo llega tarde, más que un viejo herido. Todo el mundo trae la ropa hecha jirones y ni siquiera tiene sucio su uniforme. Si en algún momento necesito preguntarle algo lo sabrá.
Rosario casi sintió lástima por él, aunque no se había fijado en lo que había dicho de su uniforme hasta que lo había dicho Bambi. Jacinto se aguantaba las ganas de golpearle.
-Comience.
Jacinto se adelantó y le ofreció su cantimplora al general. Rosario le hizo un gesto a Finstro llevándose el índice y el anular a la frente, Finstro asintió.
-Verá, muchos de nosotros nos quedamos en la frontera Charito tras lo acontecido hace unos meses. Nos rehicimos e incluso comenzamos a vivir en franca armonía con nuestro entorno. No os voy a mentir, teníamos la intención de crear una fuerza de ataque contra vosotros, aunque esa idea estaba en un futuro bastante lejano todavía y las personas que vivíamos allí no estaban por la labor, salvo los militares. Estábamos a punto de empezar a recoger los primeros frutos de nuestras cosechas cuando fuimos atacados, por llamarlo de algún modo. Una especie de podredumbre nos invadió, murieron plantas y animales, todo quedaba yermo, entonces observamos que en el centro de esa destrucción había una mujer envuelta en harapos, era pálida y hermosa y su rostro reflejaba una tristeza infinita. Avanzaba hacia nosotros con los brazos extendidos y a cada paso la podredumbre se extendía. Su voz era como un susurro y al mismo tiempo atronaba, repetía un Mantra “Dejadme abrazaros, dejadme cuidaros, dejad que os libre del dolor...” y entre repetición y repetición puedo jurar que lloraba, sus sollozos helaban la sangre...
Se tomó unos segundos antes de continuar, para tomar aliento y beber un poco de agua.
-... A mí orden, el capitán Julio envío a sus hombres a atacar a esa mujer infernal. Apenas pisaban la zona de podredumbre morían. Sus cuerpos se deshacían, le arrojaron palos y piedras , una piedra le dio en la cabeza y entonces todo fue a peor. Se echó al suelo y empezó a llorar repitiendo ese mantra con más fuerza, con cada sollozo la zona de podredumbre crecía exponencialmente. Comprendí que teníamos que huir o sería nuestro fin. Como no teníamos otra salida vinimos aquí, estamos en sus manos.
Roberto reflexionó durante unos minutos y empezó a preguntar.
-¿Era de día o de noche?
-De noche
-¿Todo moría al contactar con la zona de influencia de la mujer?
-Si, sobre todo cuando fue atacada.
-¿Desde donde apareció?
-Parecía venir de la ciudad, cuando huimos hacia aquí se quedó allí llorando.
-¿Alguien intentó hablar con ella antes de atacarla?
-No.
Roberto torció el gesto. Se levantó y le dio instrucciones a Jacinto para que ayudara a la gente a hacer un campamento. Iba a retirarse a la cueva acompañado de Finstro y Rosario cuando el general Rómulo le habló.
-Traigo un regalo para usted.
Y le acercaron dos cajas de whisky y unos 20 kilos de café.
-Muchas gracias, conoce mis gustos. Excúseme tengo mucho en lo que pensar.
Se marchó con paso firme y sin usar el bastón.
En la cueva le pidió a Finstro y Canela que ayudaran a Jacinto y a Rosario que hiciera café y algo de comer. Desayunó y le pidió a Rosario que se sentara a su lado, él se puso en su habitual posición en cuclillas frente a él y le preguntó.
-¿Es este el verdadero adversario Bambi?
-No lo sé, esto es algo que se me escapa por completo.
-¿Te fías de estos tipos?
-En absoluto, pero creo que la historia es cierta.
-Por supuesto que es cierta Bambi. Los tipos como tú sois sorprendentes. Sois capaces de discernir con claridad lo más complejo y encontrar una solución. Sin embargo no sois capaces de ver lo que tenéis delante. La solución es fácil, pero no es agradable ¿Vas a ser capaz de hacerme caso? ¿Sin preguntar? ¿Sin discutir?
-Lo intentaré.
-Que blandito eres Bambi, por eso nunca me caerás del todo bien. Voy a por tu silla.
Salió dejando a Roberto sumido en un mar de pensamientos. Cuando volvió lo hizo con la maltrecha silla y acompañado de Finstro, Canela y Jacinto. Salieron fuera y llamaron al general y al capitán. Cuando llegaron, Rosario tomó la palabra.
-Finstro se quedará con los refugiados. Los militares, vendrán con nosotros. Vamos a la frontera Charito. Allí seguiréis mis instrucciones. Seguramente esta misión es solo de ida, por lo que tenéis una hora para prepararos y despediros.
Finstro estaba molesto, se apartó con Rosario y estuvieron hablando unidas sus frentes casi hasta que llegó el momento de partir. “Rrrr... Estaré con vosotros en todo momento... Rrr...” Les dijo a través de Canción Metal. Asintieron todos mirándolo, incluido Jacinto.
Partieron hacia la frontera Charito. Fue una marcha silenciosa, tan solo el ruido de los pasos y el chirrido cansino de la silla de Roberto impulsada por Jacinto. El paisaje se fue empobreciendo a un kilómetro de la frontera, una pesadumbre fue adueñándose de todos. Roberto observó que los militares aferraban sus armas con fuerza, Canela iba con la cabeza gacha, Jacinto contenía la respiración hasta cuanto podía sin darse cuenta, él mismo sentía una pesadez que le atenazaba, sin embargo Rosario tenía una actitud muy extraña. Llevaba una sonrisa de oreja a oreja, incluso estaba empezando a canturrear uno de los horteras temas de Camela. A unos 200 metros de la frontera escucharon los sollozos de una mujer. Cuando llegaron, el general se puso en primera fila junto a Rosario, el capitán Julio llegó unos segundos después.
-¿Como la atacaremos?
Preguntó al general Rómulo. Rosario lo miró furibundo. Se abalanzó sobre él, lo desarmó e inmovilizó y poniendo su cuchillo en el cuello gritó.
-iSeñores, suelten sus armas!, Nadie resultará herido. Jacinto ven aquí con el general.
Roberto observó esta acción sorprendido, aquello estaba mal, iba a sacrificarlos, fue a protestar pero entonces escuchó a Finstro “Rrr... iNo intervengas! Rrrr...”
Los militares estaban indecisos, unos se sentían traicionados y otros sorprendidos. La expresión de Rosario era de piedra.
-No lo volveré a repetir ¡Soltad las armas y nadie saldrá herido!
-iSoltadlas!
Gritó el capitán Julio. El miedo hizo que su voz sonara aflautada. El general Rómulo estaba cabizbajo, como resignado a su suerte. Todos los hombres soltaron las armas, que desde el "ran Colocón" eran cuchillos, palos y algún que otro arco y flechas.
La mujer, repetía su mantra-lamento entre llantos “... Dejadme quitaros el dolor... Dejadme abrazaros...”
Soltaron al capitán y al general. Rosario tiró su cuchillo y cogió en brazos a Roberto.
-Reza lo que sepas para que no me equivoque Bambi. Porque si me equivoco vamos a dejar muy solos a esta gente.
Se volvió hacia la mujer entrando en la zona de podredumbre. Se adentró unos metros caminando hacia ella. Roberto miraba a su alrededor, no les había sucedido nada. Ella se fijó en ellos y se quedó en silencio extendiendo sus brazos hacia ellos. Rosario siguió avanzando hacia ella.
Atrás todos aguardaban expectantes. El capitán Julio se adelantó.
-¡Ataquémosla ahora que está distraída!
Cogió el cuchillo de Rosario y se volvió hacia la mujer. El general se puso ante él.
-¡Suelta eso majadero!
El capitán soltó un grito de rabia y atacó al general clavándole el cuchillo en el estómago. De pronto perdió el equilibrio y cayó hacia atrás. Lo último que vio antes de desmayarse fue su mano agarrando el cuchillo en la boca del San Bernardo.
Ajenos a lo sucedido Rosario y Roberto llegaron junto a la mujer. Rosario puso de pie a Roberto sosteniéndolo para que no cayera.
-Aún no se lo que tenemos que hacer Rosario, no sé...
-Dale lo que quiere.
La mujer se acercó a ellos y ambos la abrazaron. Todo cambió de repente, las plantas brotaron de nuevo, los huesos y cenizas de los animales empezaron e regenerarse. Los hombres caídos volvían a la vida. La herida de Rómulo desapareció y la mano del capitán volvió a su sitio intacta. La mujer fue haciéndose cada vez más joven hasta acabar siendo un bebé en los brazos de Rosario. Después todo fue luz y silencio.
Jacinto fue el primero en despertar, en realidad le despertó una voz en su cabeza. “Rrrr... iMira a ver cómo están...! Rrr... iZoquete! Rrrrr...” Cogió la silla y fue corriendo hacia Roberto y Rosario que interpretaban una sinfonía de ronquidos espectacular. Los despertó e informó que todo había vuelto a la normalidad en la frontera Charito, como se habían curado y repoblado la fauna y flora, las personas habían sanado. Roberto fue a incorporarse pero sus piernas le fallaron y cayó al suelo estrepitosamente.
-Vaya, pues conmigo le ha fallado el milagro. Me duele todo, pero me duele más seguir sin entender que ha pasado.
Jacinto y Rosario lo ayudaron a subirse a la silla. Mientras se encaminaban hacia los hombres, que ya estaban despiertos, Rosario le dijo.
-No hay tanto que entender Bambi. Eres muy estúpido a veces. Lo único que necesitaba la mujer era un abrazo, nosotros se lo dimos y ella se llevó el dolor.
-... Pero...
-Ni pero ni hostias. Cállate y no te pongas sentimental o te daré una paliza del carajo. No creas que me voy a cortar porque seas un tullido de mierda...
-Como quieras... (Roberto sonrió con maldad) ¡Mi amigo!
Rosario soltó la silla y se adelantó dejando atrás a Roberto.
-¡Jacinto yo iré por delante!, ¡Lleva a este gilipollas a Madre!, yo no lo aguanto.
Y se marchó seguido de cerca por Canela.
(Continuará)
MIDNIGHTER TRENT (Javier Orta)