Tan solo tenía algo más de dos días para disfrutar de la vida, por lo que salió volando sin rumbo.
Se acercó a conocer a los abejorros y los vio hablar entre ellos rebuscando entre asquerosas flores en busca de néctar como zombies, otros estaban embriagados, repletos de ese líquido. Se asqueó al ver aquellos yonkis y se alejó de ellos, no quería pasar zumbando el resto de su vida. Se acercó entonces a una congregación de cucarachas que discutían entre ellas.
-¡¡Os garantizó que el vertedero existe!! Es un lugar de ensueño donde grandes monstruos no paran de traer un maná de mierda que nunca termina. Seguidme y jamás os faltará un trozo de mierda que llevaros a la boca.
-¡¡¡Te seguiremos gran maestro!!!
Coreaba la mayoría, mientras otros le debatían.
-Todos conocemos las antiguas profecías, maestro, pero ninguno tenemos pruebas de que ese maravilloso vertedero exista, creemos que si nos quedamos aquí la mayoría y enviamos una expedición de guerreros alados, tendremos más posibilidades de sobrevivir que si organizamos un gran éxodo. Aquí no nos falta basura y solo nos exterminan cuando nuestro número aumenta demasiado.
Le replicaban otras cucarachas sabías, nuevamente coreadas por las mismas que antes coreaban al maestro.
-Sois unos necios sin fe y unos cobardes que estáis dispuestos a sacrificar vuestra prole con tal de no moveros de aquí. Ya lloraréis cuando inventen el veneno definitivo, será uno que arrasará toda vida de las cucarachas, incluso nuestras larvas en sus huevos y no podrán inmunizarse como hasta ahora.
El moscardón se alejó también de allí, tenía poco tiempo para pasarse la vida siguiendo una religión en busca de un supuesto paraíso, además no le gustó que el maestro recurriera a asustar a las demás cuando le llevaron la contraria. Encontró a más de sus iguales, incluso algunas hembras con las que aparearse. Vivió en una granja de vacas. Se hizo experto en posarse y alimentarse en el trasero de estas esquivando los aguijones de las avispas con las que estaban en guerra. Consiguieron vencerlas y echarlas de la vaquería y lo estaba celebrando cuando de repente, recibió un latigazo de un rabo de una vaca que lo hirió de muerte.
"No me quejo, he tenido una buena vida"
Pensó, y sin más, se murió.
MIDNIGHTER TRENT (Javier Orta)