Relatos

Caín Mató a Abel y se Fue a Vivir al Este del Edén

CAÍN MATÓ A ABEL Y SE FUE A VIVIR AL ESTE DEL EDÉN

Siempre adoró a su hermano pequeño, en realidad todos lo hacían. Quien podía negarle nada? Era la belleza personificada. Sonrisa perfecta, ojos azules como el mar, una piel dorada, un cuerpo perfecto. Salvo por esas manos con cinco dedos en lugar de las pinzas que tenía toda la familia. Él era feliz por ser como el resto de los humanos. Con el tiempo convirtió esa perfección en desdén y más tarde en crueldad. Llamaba monstruos a sus padres y a él, su hermano pequeño lo llamaba engendro.

-Estáis donde tenéis que estar. En una feria de monstruos, en cambio yo, no debería estar aquí. Mi sitio está entre los hombres normales, no entre vosotros, ¡Monstruos deformes!

Les decía. Se volvió cada vez más hostil y empezó a pegar a padre y a madre, con él no se atrevía.

-Algún día comprenderás que estás equivocado. Te arrepentirás de tu comportamiento y de habernos llamado monstruos.

Le decía a su hermano mientras él se reía de sus palabras. Un día le dio un golpe tan fuerte a su padre que lo dejó postrado en una cama de por vida. Él se puso furioso, iba a darle una lección, le enseñaría lo fuertes que eran sus pinzas. Quería hacerle daño, hacerle pagar. Sus pinzas podían cortar el acero. Lo esperó dentro de su caravana. No se hizo esperar mucho, llegó tambaleándose, borracho perdido sosteniendo con una de sus ridículas manos una botella de ron terciada. Cuando entró, lo agarró por el cuello y comenzó a apretar lentamente, quería que sufriera. Él con el hilo de voz que le permitía la presión suplicó.

-Por favor, por favor no me mates. Soy el único perfecto de esta familia ¿Quieres matar la belleza tú mi hermano ? Siempre me has amado más que nadie...


Su madre surgió de entre las sombras y lo detuvo.


-¿Ama a su hermano? ¡Dígamelo!

Él miró su bello rostro, su hermoso cuerpo y sus manos, sus manos perfectas y contestó.

-Por supuesto, por encima de todas las cosas.

La madre miró con amor y dijo.

-Entonces, sabrá perdonarme.

Sus pinzas brillaron bajo La Luz de la media luna. Con rapidez sobrehumana, cortó las manos de su hijo menor y las pinzas de su hijo mayor. Ambos se retorcían de dolor. A continuación, la madre escupió sobre las manos y las pinzas amputadas y repuso las pinzas en su hijo menor y las manos en el mayor. Nunca sabría qué especie de magia hizo que ensamblaran como si hubieran estado así siempre. Se miró horrorizado, se había convertido en el monstruo que siempre temió.

-Pronto estaremos junto al mar. El día de la Luna grande, será entonces cuando estaremos en casa completos. Ustedes deben encontrar su destino.

Dijo su madre. Desde ese día el hermano pequeño cambió radicalmente su forma de ser. Fue respetuoso con su familia . Lloraba a escondidas mirándose las pinzas. Se puso a cuidar de su padre y cuando tenía tiempo buscaba a su hermano mayor quien también había cambiado. Se mantenía apartado y hostil. Le había dado por beber cada día hasta casi perder el conocimiento. Había dejado de hablar, solo lo hacía en sueños repitiendo con voz angustiada "Un monstruo, un monstruo..."
Doce días después llegaron con el circo de variedades a un pueblo junto al mar.
Hicieron su función durante dos noches. Después la familia cangrejo se despidió del circo. Partieron hacia la zona del gran acantilado. El padre transportado por los hijos en una improvisada camilla hecha con una vieja puerta. Y la madre encabezando la procesión.

-¡¡Dense prisa!! Falta muy poco para la Luna grande ¿No lo notan?

Apremiaba a su prole. Llegaron al acantilado, al fondo el mar rugía. La Luz mortecina del ocaso anunciaba que la Luna saldría en breve. Aunque ya habían empezado a cambiar, la piel se les estaba endureciendo como sus pinzas. Les salieron antenas. El hijo pequeño se miró maravillado. La transformación le había hecho un ser perfecto. Un ser mitológico. Sería el rey de los crustáceos. Miró a sus padres y los saludó con la pinza, su padre se había recuperado con la transformación. Pero ellos no se percataron de su saludo. Estaban abrazando a su hermano mayor. Las manos de este habían impedido que su mutación fuera completa y había quedado a medias, ni hombre ni cangrejo. Su hermano mayor le hizo un gesto, mitad despedida y mitad ruego de que no se acercara. Se fue sin mirar atrás. Sus padres se acercaron a él.

 -Yo no lo sabía, no sabía que...

La madre le hizo una señal de que guardara silencio.

-Encontrará su destino, ahora deben seguirme a nuestro hogar.

Los tres se arrojaron al acantilado y se sumergieron en el mar.
El cura espeleólogo, encontró ese extraño ser en la profundidad de la cueva. No era hostil, así que lo ayudó a subir a la superficie y se lo llevó a su pequeña iglesia. Descubrió que podía hablar y comunicarse, lo alimentó y cuidó aprendiendo que su alimento era a base de pequeños peces y comida humana. Un día le leyó un pasaje de la Biblia , cuando llegó a una parte de la lectura que decía:
"... Caín mató a Abel y se fue a vivir al este del Edén..."
Lo interrumpió diciendo.

-Padre, ya conozco esa historia, pero se la puedo contar de otro modo.


MIDNIGHTER TRENT (Javier Orta)

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